Vuelvan a la tierra - Gustavo Duch

Javier sabía todo sobre los pájaros. De lejos, un puntito en el viento era un halcón cortejando a una halcona. Un sonido en el bosque, como cuando una rama se quiebra, eran dos chochines jugando al tú la llevas. Cuando culminaba una cima catalana, Javier sacaba de su mochila una flauta y con sus notas tocaba cuentos de cóndores sudamericanos a los pájaros de allí. Cuando subió los Andes, a los pájaros autóctonos les habló del Oriol y elPitroig de los Pirineos. Y de tanto cantarles historias avícolas y  tanta mediación intercultural, aprendió su idioma.

Javier y sus sabidurías de ornitólogo daban conferencias, charlas y talleres. Según él -cuando nadie decía eso- había que tomar en serio a los pájaros, pues le contaban que el clima estaba cambiando, que estaba caprichoso. Que llovía sin nubes y que los rayos del Sol abrasaban más de lo normal. Que los aires estaban sucios, que se respiraba mal, y que los médicos diagnosticaban muchos asmas en patos y muchas alergias en palomas por tanta suciedad volátil de esas chimeneas. El agua de los ríos, las garzas y los correlimos la escupían –le decían- porque sabía a detergente y a nitratos. Y cada vez el problema inmobiliario era más acuciante por tantos árboles talados y tantas selvas quemadas.

Cada año, en los finales del invierno, Javier era el primero en ver llegar las golondrinas. «Cuando veas las primeras bandadas de golondrinas- decía- tienes que revolcarte con la barriga en el suelo y tendrás un año de fortuna y sin dolores de vientre». Y él lo hacía siempre cada año, estuviera donde estuviera, estuviera con quien estuviera.

Pero ese año de estaciones cambiadas las golondrinas no llegaron y Javier no pudo retozar en la tierra, rebozarse con ella, ser parte de ella. Y le entró una tristeza impropia. Pasó, según el calendario, la primavera falsa. Y fue cuando llegó un verano mentiroso, que Javier y su amada subieron tres montaña y dos colinas para observar el nacimiento de un bebe quebrantahuesos. Y fue cuando una tormenta de nieve imprevista y brutal los cubrió por completo. A los dos.

Por eso, desde entonces, si ustedes se fijan bien, verán que quien anuncia la primavera, son siempre dos golondrinas juguetonas y felices, que pían. -¡Vuelvan a la tierra!

Soñahacedoras | Gustavo Duch

Para Eduardo, que planta membrillos

En Nalda, La Rioja, una asociación de soñahacedoras estuvieron conversando con los más mayores de la población pues sus huertos desde hacía años permanecían abandonados al mermarse sus fuerzas para el trabajo. Años después, tres mujeres han recuperado algunas de esas huertas que ahora –agroecológicamente- abastecen de alimentos frescos y sanos a unas cien personas de la comarca.

En Rosario, Argentina, son muchas las personas campesinas que se han visto obligadas a malvivir en sus barrios más pobres y degradados, expulsadas por la agroindustria de los monocultivos de soja que, como si fueran una soga, estrangulan la ciudad. A iniciativa de la ciudadanía, la creación de huertos populares en zonas muertas de la ciudad dando vida a un nuevo y nutritivo paisaje, ya se ha convertido en el Programa municipal de Agricultura Urbana.

En Alicante, un colectivo de jóvenes hace ya ocho años compraron las ruinas del antiguo Mas del Potro. Se ríen cuando recuerdan como entre muchos colocaron las grandes vigas de madera que le han vuelto a dar sustento y verticalidad a la casa. El horno de leña –y la pericia aprendida de Jordi, el regente- cuece, sin duda, el mejor pan de la zona.

También en esas costas mediterráneas, en Muro, hay quienes a lo Sherlock Holmes se dedican a localizar viñas descuidadas, muchas veces casi enfermas terminales, síntoma propio de una civilización capitalista de sentidos atrofiados. Después de unas tandas de cariños  intensivos ya tenemos uvas autóctonas regalando sabores olvidados. Igual que en Girona, donde hay quienes rescatan olivos milenarios que asoman extraviados entre lo que fueran campos de cultivo, y elaboran aceites para felicidad de los paladares de sus nuevos custodios.

Hay quien se desvela por preservar variedades en peligro de extinción, como las asociaciones del tomate de ‘ramillet’ en las Islas Baleares o los custodios de manzanos para la elaboración de sidra en Bizcaia. Chirri, como le llaman sus amigos, es más atrevido aún y está sembrando sus campos de Lebrija con semillas de un trigo que ni los más mayores recuerdan.

Y podríamos seguir contando de tantos proyectos que se soñaron y se hicieron.

Hay quienes dicen que todo esto sólo es mirar hacia atrás. Otros, que están en el camino, saben que es el futuro.

Las nuevas miradas

Ejercitemos nuestra Nueva Mirada fijando la  atención en el Medio Natural, que bien necesitado está . Para hacerlo añadiremos  a nuestra Mirada otros dos sentidos, oído y olfato, y a través de ellos...

Aprendamos también a observar. Observar significa que somos conscientes de lo que estamos mirando, como ya dijimos es convertir el VER en MIRAR. Es poner nuestra voluntad en acción para conocer. Por ejemplo:  ¡Cuántas cosas nos suelen pasar inadvertidas si paseamos por un bosque!

Un ejercicio de observación, cuando vayáis por un bosque id recogiendo hojas, pero eligiendo cada una para que sea de forma diferente. Os vais a sorprender de su variedad.
Otra prueba,: cerrando los ojos escuchad los sonidos del bosque ¿Sois capaces de diferenciar esos sonidos?  Intentadlo al menos. Haced la prueba de concentrar vuestra atención en los olores, ¿Sabéis distinguir unos de otros? Es posible que así para nosotos el bosque llegue a ser mas bosque.

Y otra experiencia alucinante: Observar una mariposa.
 ¿Qué inmenso  misterio hace que se mueva, que esté viva?
 ¿Qué es lo que hace que vuele?
¿Qué inexplicable prodigio se oculta en los colores de sus alas, en su vertiginosa vitalidad ?

En la Naturaleza la diversidad de experiencias,  sensaciones y  estímulos es infinita. Si nos limitamos a “pasar” por ellas sin fijarnos, sin concentrar la atención en ella, nos perderemos  sensaciones y emociones  maravillosas.

Los excesos - Gustavo Duch


Imagino a esos guerreros portugueses encasquetados cruzando las selvas sudamericanas en busca de dorados metales. Atravesando ríos cual mares, sufriendo ataques de bestias nuevas, abriéndose paso por selvas a machetazo limpio… Con los ojos puestos en todos los rincones. Mirando los cielos en busca de una señal, buscando resplandores en las cimas de las montañas…. Y hoy, siglos después, sabemos dónde estaba el Dorado anhelado: exactamente bajo las botas de aquellos arrogantes caballeros. Porque son los suelos del Cono Sur de América la mayor fuente y provisión de combustible para alimentar los excesos del capitalismo, sus fauces, ejemplarizados en el fast food. Es decir, las locuras de consumir mucho, tragarlo todo y rápido, sin dejar que el tiempo se tome sus pausas. Combustible para las grasas, combustibles para las máquinas y -mientras tanto- el pensamiento paralizado.

En Brasil lo saben -y lo explotan- bien. A base de cultivos de soja (con su harina se engordará animales de granja y con su aceite se producirá mucha bollería), de cultivos de caña de azúcar (que dará lugar al etanol para los biocombustibles) y la cría de ganado. Solo pensando en la relación Brasil-Europa advertiremos las dimensiones de esta tripleta. Brasil se han convertido en el cuarto suministrador de carne de vacuno para Europa, con más de 250.000 toneladas en 2009; un tercio de sus tremendas producciones de soja las compra Europa; y ha conseguido colocar en Europa un cuarto de todas sus exportaciones de etanol.

Pero esta insaciable demanda de carne, piensos y agrocombustibles europea sólo deja provechos a las grandes corporaciones brasileñas y el capital internacional asociado. Al resto de población (y al planeta en su conjunto) le reporta una continua destrucción de la selva Amazónica y el Cerrado, con las consabidas repercusiones para el clima, la biodiversidad y las miles de personas que, persistentes, siguen habitando esos lugares.

Un reciente informe de Amigos de la Tierra desvela que, en los últimos años, es la expansión de la caña de azúcar -es decir, el tirón europeo hacia los agrocombustibles- la causa más significativa de la deforestación en Brasil, superando los terrenos que la soja y la ganadería roban anualmente a los bosques y selvas. Pero, más allá de posiciones, lo preocupante del informe son sus previsiones, pues indica que la producción de estas tres materias primas continuará creciendo sin que la legislación brasileña tenga la valentía de poner al agronegocio en el sitio que se merece. En la recámara.

Los argumentos de políticas extractivistas como la brasileña (con y sin Lula), ya los conocemos, y son los mismos que defienden los lobbies del agronegocio y las instituciones neoliberales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial: satisfacer la demanda europea reportará divisas para el desarrollo del país. Pero ni las miles de familias campesinas sin tierra que viven en improvisados campamentos, ni la salud del planeta se nutren de divisas y dividendos. Así pues, por nuestra parte, debemos hacer inviable su excusa. En la medida que nuestras políticas, con la Política Agraria Común como eje central, apuesten por nuestra propia soberanía alimentaria, abriremos espacios a nuevas formas de entender la agricultura también en los países del Sur.

Alfabeto andante - Gustavo Duch


Luis es el Gerente de la ‘Biblioteca Rural Itinerante de Colombia’, encargada de suministrar lecturas a las niñas y niños de los poblados más extraviados, menos queridos, más ignorados… Por casi todos menos por su Servicio, público y gratuito, que con palabras escritas o recitadas sustituye de esas pequeñas retinas, asesinatos, desaparecidos, mutilados y tantas violencias que ahí se dieron (y se dan), por duendes entrometidos, aventureros voladores o por ballenas en el fin del mundo.

Aunque el propósito es grande, la empresa es chiquita, y entre Luis y sus dos únicos socios –  incondicionales pero un poco testarudos- se tienen que encargar de todo. A Luis se le encomienda la selección de los libros y –con sus ojos decidores-  la lectura teatralizada de los cuentos a la muchachada que le rodea, sentados  bajo los árboles gigantes de esas tierras. Sus socios, dos burros, asnos o pollinos, cargando los libros en sus alforjas  son los responsables de Logística y Transporte. Con los rebuznos al llegar a cada pueblo, se transforman en el Departamento de Publicidad y Marketing, pues de todo tiene la Biblioteca.

La burra se llama Alfa y el burro se llama Beto. Alfa y Beto son la primera bibiloteca móvil que no contamina,  que fertiliza los campos y siembra imaginación en niñas y niños.

La mamá de Luis, le pregunta «y tu hijo, de donde sacaste esta idea de andar con burros y libros». –De la mente, madre, y necesitamos generaciones con mucha mente crítica, y mucha imaginación. Y como dicen que leer empuja la mente, pues yo hago mi parte.

Cuando oyen llegar a Alfa y Beto, todos salen corriendo de sus casas… ¡llega la  Biblioburro!- exclaman felices, mientras acarician y miman a estos burros intelectuales. Al rato, bajo los cañizales del techo de la escuela ya están todos los niños en sus bancos. -Cierren los ojos, les pide Luis, mientras Alfa y Beto descansan y repostan combustible. Y empieza la narración de una nueva historia, que cada niño sin ver, la piensa en colores diferentes y en paisajes únicos.

- Y colorin colorado, acaba Luis, este cuento se ha acabado. Ya pueden abrir los ojos. Y díganme, ¿saben que máquina es esa que en sus cabezas se puso en marcha?

-Sí, Luis, eso fue la imaginación, le responden entre risas.