
El trabajo de su equipo logró que las compañías eléctricas comenzaran a cambiar sus tendidos, hasta el punto que se ha reducido en un 80% la mortalidad de aves en todo el país por este motivo. Sólo en Andalucía, tierra de Ferrer, se estima que se han salvado más de 15.000 y el científico me asegura que si no se hubieran tomado medidas desde entonces, la majestuosa águila imperial ibérica, de la que ahora tenemos 400 parejas, habría desaparecido, o casi, de nuestros cielos.
Afortunadamente, no ha sido así, y las muertes por electrocución o por colisiones de esta especie en Doñana han caído un 97% (en toda Andalucía un 62%), confirmando que es posible que aves y cables de alta tensión convivan en un campo donde los árboles son cada vez más escasos.

Y lo han hecho pese a que la normativa nacional al respecto salió tarde (en 2008) y mal (pues exime a las eléctricas de su responsabilidad).
Pero quedan lagunas. A nivel empresarial, aún se trabajan poco la investigación y el desarrollo: ¡siguen usando los mismos postes de hace 50 años¡. “Ya es hora de que sus ingenieros se pusieran a diseñar modelos más seguros”, comenta Ferrer. Por cierto, que también les reclama que ahora que están tan concienciados en España hagan lo propio cuando llevan su tecnología a otros países en desarrollo “porque si repiten los errores, ya saben que les saldrá más caro”. Y a nivel general, aún hay postes de particulares y de instituciones forestales que no han sido ‘corregidos’.
El libro, editado por Endesa, además de datos, estudios de campo y documentación, también recoge divertidas vivencias de Ferrer, que por cierto ahora es el Delegado del CSIC para Andalucía. Una de ellas me la resume así, en una conversación desde el AVE de metal que le lleva a Sevilla: “Sucedió un día en la Laguna de La Janda, en Cádiz. Andábamos marcando águilas cuando se nos acercó un coche de la Guardia Civil a preguntar qué hacíamos. Y cuando se lo explicamos, replicaron: ‘¿Y no sería mejor poner un red sobre el parque para que no se escapen?’. Ante tamaña pregunta no se me ocurrió más que decir: ‘Pero entonces no entrarían los gansos cuando vienen’. ‘Ah, claro, claro, ¿ves como hay que entender?’, se decían el uno al otro”.