La naturaleza es como quiso ser, por mucho que deseemos transformarla. En el mar y en los ríos casi todos los peces no quieren ser vegetarianos. Les gusta comerse los unos a los otros, los chicos a los muy chicos, y los grandes a los menos grandes. Un atún, por ejemplo, es un gran comilón de peces: cada diez días tiene que pescar, cocinar, ingerir y digerir el mismo volumen de víctimas que su propio peso corporal. Entonces un atún – sólo uno- en un año y a este ritmo se zampa 15.000 peces para salir adelante. Una sardina, que se haya librado de la boca del atún, hace lo mismo pero es menos sibarita. Ella con cien veces menos de micropeces (zooplancton) al año, tiene bastante para seguir aleteando.
Si los atunes, salmones, rodaballos, bacalaos o meros el ser humano los quiere domesticar, ensardinar y cebar, para después ser base de nuestra alimentación, será con pescado que tendrá que hacerlo. O convencerles -y en eso estamos- de que cambien sus costumbres y sobrevivan a base de pienso de soja transgénica, que tenemos mucha, es barata y para el ser humano no es el mejor alimento.
A las vacas, al contrario, les chifla lo verde. Corretear por los pastos mugiendo y mordisquear hierba fresca es lo suyo. Pero la mayoría ahora pasan sus días en establos mecanizados, sin ver el Sol y comiendo tediosos piensos. Cómo lo de abaratar es la clave del sistema productivista, ya se intentó cambiarles la dieta, y durante un tiempo –que tal vez vuelva- las hicimos carnívoras y caníbales. Los piensos incorporaban harinas animales hechas con los desperdicios de las matanzas hasta advertir que en algunas vacas esté menú les sentaba fatal: una locura.
El ser humano en su omnivoridad puede escoger: verdura, fruta, carne o pescado, o un poco de todo, que seguro es lo más saludable. Pero en el McMundo que vivimos (lean a Cayo Sastre en Los Libros del Lince) la misma industria alimentaria [y los intereses del capital ahí depositados] que fantasea con vacas carnívoras y peces vegetarianos, ha modificado y uniformizado a dos únicas formulaciones la alimentación humana. Los grandes depredadores, tipo atún, que nos alimentamos con un exceso de proteínas y grasas animales –y así damos de comer a dichas industrias- y las personas del medio rural despojadas de sus recursos. Sin peces que pescar.
15 nov 2010
10:32
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3 comentarios:
....muy buena reflexión, evidencia la desconexión total del hombre con la Tierra, como siempre prima la mercadería y el beneficio económico, la úcidez de pensamiento no cuenta en un mundo capitalista...
Hechos que serán beneficiosos para el bolsillo de unos pocos y muy perjudiciales para toda la humanidad. Nuestra locura no tiene fin.
Nunca había caído en la forma de alimentación de la carne o los pescados que comemos... y la verdad es que eso influye en gran manera en la calidad del producto que ingerimos
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