2011, Año Internacional de los Bosques | Guadalupe Fdez. de la Cuesta

El día amanece radiante después de días de intensas lluvias. Tras las ventanas se cuelan los murmullos cercanos de los chopos en una danza sensual de ramas recién vestidas. A sus pies un aprendiz de río estrena sombras entre sus alegres espumas de agua. Las cumbres de las montañas dibujan sus perfiles con trazos de niños en un cielo azul de cuento y sus laderas se cubren de los matices del verde nuevo en un reto a los matorrales que aún están remisos a esta llamada de la primavera lujuriosa. Esparcidas y como olvidadas, las retamas, escobares, aulagas y margaritas van pintando de amarillo y blanco su particular cuadro impresionista. En este marco de color se ocultan las setas –“perros-chicos, senderillas”- que silencian su aparición a los “seteros” para resguardarse de los revueltos en la sartén.

Una conducta atávica y compulsiva conduce mis pasos hacia el pinar. Es un enamoramiento correspondido porque su respuesta sobrepasa mis expectativas de un feliz encuentro. Sé que reitero estos sentimientos y que los adjetivos nunca alcanzarán la cualidad de las percepciones que se filtran en el alma por entre cada poro de la piel. Veo el tapiz umbroso y casi mágico que sustenta las raíces de pinos arrogantes, enhiestos, agujereando el cielo. Juega el sol al escondite y descubro destellos dorados enhebrando los troncos tapizados de musgos y líquenes. En esta catedral de los silencios se cuelan susurros de vida de los animales, rumores de agua de los arroyos y aromas de resina. Lucen las hayas su ropaje nuevo como una provocación a la armónica conjunción de los pinos. Luego los helechos con sus penachos verdes irán pregonando el final de la primavera.

El pinar me trae recuerdos de “las cortas”.  Los hombres cargaban al hombro su experiencia, los tronzadores y las hachas al encuentro con el pino que les había correspondido en la subasta. El eco multiplicaba los cortes secos y rotundos en los troncos, hendiduras que marcaban la caída en la orientación elegida sin otro peligro que el “encaramado” o algún otro desarraigo no previsto. Luego el movimiento rítmico y acompasado del tronzador llevaba el temblor agónico al pino y al estruendoso final hecho de una suma de estertores de ramas desgajadas y sacudidas sobre el suelo. El polvo envolvente y la quietud del árbol daban reposo y satisfacción a los hombres.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declara el 2011 como el “Año Internacional de los Bosques”.  Eso significa que el desarrollo sostenible de los pinares debe generar riqueza para una población –cuando menos, también sostenible- que viva en sus sombras; En un artículo aparecido en el periódico El País del día 9 de de mayo, Joan Mesquida, secretario general de Turismo y Comercio, declara, por ejemplo, que el turismo “es un sector estratégico en el escenario económico español. En el año 2010 España fue el cuarto país más visitado del mundo… En las apuestas del Gobierno esta “el nuevo reto que representa el Plan Turismo Litoral aprobado por unanimidad en el ultimo Consejo Español del Turismo” (…) y “modernizar nuestros destinos tradicionales de sol y playa”. Ni una sola palabra para el turismo rural. No existimos. ¿Dónde andarán los bosques?

“La convergencia entre lo rural y la naturaleza es clave para afrontar el futuro de zonas desfavorecidas ricas en biodiversidad y de las especies amenazadas”.
Félix Rodríguez de la Fuente.

1 comentario:

Carlos J. dijo...

Un artículo muy estremecedor!
Es increíble como las palabras transportan nuestros sentimientos más profundos al corazón de la Naturaleza.
Gracias.

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