12 sept 2011
9:32
La jornada se iniciaba plácidamente con la salida del Sol. Para las gentes del campo; para las gallinas, conejos y vacas; y para las niñas y niños, que entonces salían a jugar. Y finalizaba cuando el astro desordenado y tímido decidía retirarse, a veces antes, a veces después.
El Sol era el alimento básico –junto con la tierra abonada- de los vegetales, que a su vez daban de comer a las personas. Y a las mulas y a los caballos que ayudaban en las tareas agrícolas.
El Sol evaporaba el agua que después sería lluvia; y deshelaba glaciares que serían riego. La energía nutritiva y motora era gratis, común e infinita.
Como el Sol, en el campo predominaba el amarillo del trigo o el maíz, con diferentes matices según la estación o el clima, matices que algunas personas sabían interpretar.
Los rayos de Sol calentaban los cuerpos y las almas humanas; y cuando se necesitaba una sobredosis, los abrazos ejercían la misma función
Quizás porque el Sol es redondo, quizás porque da vueltas sin parar, la vida giraba sobre sí misma y siempre volvía a empezar, sorprendiendo en su monotonía. Una civilización Sol-tenible y Sol-idaria, de personas de sangre caliente y corazón solar.
------
La jornada se inicia con el sobresalto de una alarma. No se mira el cielo sino la agenda y la televisión. Las gallinas ponen huevos sin cesar y los niños y niñas se acuestan de madrugada al agotarse la batería del ordenador.
El petróleo cría los vegetales bajo plásticos que les previene de la inSolación. Sus producciones dan de comer primero a los coches y aviones; después a las personas. No hay animales Soleándose en el campo, sólo friéndose en naves industriales.
La energía se compra en barriles. Y es motivo de guerras y muchas dependencias que se ignoran y disfrazan para adormilar las conciencias
Como el petróleo, en el campo predomina el negro del humo y el gris de los polígonos. Las tecnologías , engreídas, creen poder prescindir del Sol.
Los cuerpos se calientan con prendas térmicas mientras las almas agonizan heladas de frio. Las caricias y abrazos se anuncian en los periódicos.
De sólo mirar hacia delante, y nunca hacía arriba ni hacia abajo, la vida camina muy rápido precipitándose al vacío.
Una civilización que abandona al Sol es una civilización inSolente.
Civilizaciones | Gustavo Duch
La jornada se iniciaba plácidamente con la salida del Sol. Para las gentes del campo; para las gallinas, conejos y vacas; y para las niñas y niños, que entonces salían a jugar. Y finalizaba cuando el astro desordenado y tímido decidía retirarse, a veces antes, a veces después.
El Sol era el alimento básico –junto con la tierra abonada- de los vegetales, que a su vez daban de comer a las personas. Y a las mulas y a los caballos que ayudaban en las tareas agrícolas.
El Sol evaporaba el agua que después sería lluvia; y deshelaba glaciares que serían riego. La energía nutritiva y motora era gratis, común e infinita.
Como el Sol, en el campo predominaba el amarillo del trigo o el maíz, con diferentes matices según la estación o el clima, matices que algunas personas sabían interpretar.
Los rayos de Sol calentaban los cuerpos y las almas humanas; y cuando se necesitaba una sobredosis, los abrazos ejercían la misma función
Quizás porque el Sol es redondo, quizás porque da vueltas sin parar, la vida giraba sobre sí misma y siempre volvía a empezar, sorprendiendo en su monotonía. Una civilización Sol-tenible y Sol-idaria, de personas de sangre caliente y corazón solar.
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La jornada se inicia con el sobresalto de una alarma. No se mira el cielo sino la agenda y la televisión. Las gallinas ponen huevos sin cesar y los niños y niñas se acuestan de madrugada al agotarse la batería del ordenador.
El petróleo cría los vegetales bajo plásticos que les previene de la inSolación. Sus producciones dan de comer primero a los coches y aviones; después a las personas. No hay animales Soleándose en el campo, sólo friéndose en naves industriales.
La energía se compra en barriles. Y es motivo de guerras y muchas dependencias que se ignoran y disfrazan para adormilar las conciencias
Como el petróleo, en el campo predomina el negro del humo y el gris de los polígonos. Las tecnologías , engreídas, creen poder prescindir del Sol.
Los cuerpos se calientan con prendas térmicas mientras las almas agonizan heladas de frio. Las caricias y abrazos se anuncian en los periódicos.
De sólo mirar hacia delante, y nunca hacía arriba ni hacia abajo, la vida camina muy rápido precipitándose al vacío.
Una civilización que abandona al Sol es una civilización inSolente.
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