La premio Nobel | Gustavo Duch

Me recordó a esas gacelas africanas -impalas creo que se llaman- que sobre sus patas traseras se levantan para mordisquear tallos y hojas verdes de lo alto de un arbusto: el tronco erecto, altivo; el cuello estirado y la barbilla enfrentada hacia delante, hacia el mundo. Las mejillas de Sofía Gática, ganadora del Premio Goldman 2012, habían desaparecido cavando en su rostro dos socavones.

 Relató sus doce años de lucha, de ella y otras madres en una barriada de Córdoba, Argentina, contra el gigante de los agrotóxicos, Monsanto, que enfermó a todo el barrio, y que enferma a media Sudamérica cuando las avionetas fumigan su veneno en los campos de soja que limitan con las casas, con las escuelas, con la iglesia y las canchas deportivas.
 
Con su sangre envenenada de glifosato, Sofía parió un hijo muerto; muchas de sus vecinas también. En las calles abundan niños con barbijos y mujeres con pañuelo en la cabeza para disimular malformaciones, leucemias o cánceres.

¿Cómo fue Sofía veinte años atrás?
 

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