Papá, ven en tren



Corría el verano de 1973 cuando Renfe nos sorprendió a todos con un curioso anuncio publicitario. Un niño, en vez de despedirse de su padre con el tradicional “Papá no corras”, le pedía: “Papá, ven en tren”. Algunos malintencionados le añadían jocosos: “Aunque mamá dice que mejor no vengas”.

Fue la primera campaña española reivindicando el uso del ferrocarril como transporte rápido y seguro. Un intento de acabar con esa mala imagen que desde la llegada apenas una década antes del automóvil (del popular Seiscientos) había ido tomando el tren como medio demasiado cutre, sucio e imprevisible.

Mucho ha cambiado el transporte ferroviario en estos casi 40 años de la mano del AVE, el Estrella o el Euromed. A pesar de todo, en nuestro inconsciente colectivo lo seguimos mirando con reticencia. Y seguimos apostando por el transporte aéreo como el summum de la modernidad, subvencionándolo y queriendo colocar como mínimo un aeropuerto en cada provincia. Craso error. No hay mejor transporte que el tren, ni ninguno más ambientalmente respetuoso después de la bicicleta. Para trayectos medios o cortos tan sólo produce 60 gramos de CO2 por pasajero y kilómetro, frente a los entre 300 y 400 de un avión o los 320 de un coche moviéndose por la ciudad.

Es más, según un informe de Greenpeace, si se tienen en cuenta todos los costes reales del transporte, resulta claramente más barato el ferrocarril (17,9 euros para desplazar un kilómetro a 1.000 viajeros o a 1.000 toneladas), lo que supone casi cinco veces menos que la media del transporte por carretera (87,7 euros) y más de 15 veces inferior al de la aviación (271,3 euros).

Las ventajas del tren no son sólo medioambientales. En el tren puedes leer, echar una siesta, comer gracias a su servicio de restaurante, hablar por teléfono sin miedo a las multas o contemplar extasiado el paisaje. Su siniestralidad es la más baja de todos los sistemas de transporte, el más seguro. También resulta cada día más puntual, sin necesidad de tener que estar con dos horas de antelación y sufrir largos procesos de control antes de embarcar, como nos ocurre en los aviones. Viajando en tren destrozas menos el paisaje e incides mucho menos en los estragos estéticos que las autopistas provocan en nuestro entorno. Además sus estaciones están siempre en el centro de las ciudades, frente a la lejanía tradicional de los aeropuertos. Sin caravanas, agobios ni malos modos.

Es verdad, el servicio de Renfe debe mejorar aún mucho más, especialmente los servicios de Cercanías de las pequeñas ciudades. Ofertar el tren como atractivo turístico, abaratar sus precios para ofrecer máxima competitividad. Pero la elección es clara: “Papá, hijo, amigo, ven en tren”. Todos ganaremos con ello.

César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buena idea... El placer de viajar en tren es brutal. Su comodidad... da mucha tranquilidad, y sobre todo como comentas, el poder entregarte al paisaje...

Propongo otra frase: ¡¡¡viajeros al tren!!!

Rana dijo...

En tren sí, ¿pero sólo en AVE? NOOOO!!! basta con ver el PEIT para alucinar, y la realidad es que la carretera gana "terreno" a las vías.

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