Triste y oscura

El invierno escribe en sus páginas de nieve y frío una lista de ausencias: nombres de gentes mayores que cobijan su aliento en otros rincones de una ciudad cualquiera. Allí pueden abrigar de manera más confortable las bajas temperaturas y disfrutar de la proximidad de unos hijos que tejieron sus vidas fuera del pueblo. Las casas de los que se van permanecen mudas con los postigos de las ventanas cerrados y las puertas blindadas al temporal.

El silencio se acomoda en las calles y la vida se estrecha en el ir y venir de unos pasos apresurados y en el humo de algunas chimeneas encendidas. Ahora los días alargan sus horas de luz y trenzan esperanzas nuevas para la próxima primavera cuando las solanas aproximan a las gentes para una tertulia clarividente y sosegada. Nuestros pueblos han envejecido y arrastran, nostálgicos y apesadumbrados, los achaques de la decadencia.

La geografía agranda los enclaves de las capitales y borra de los mapas los núcleos rurales de población reducida. No es un problema aislado de municipios encajados en parajes más o menos inhóspitos sino que el mundo rural ha dejado de pertenecer al ámbito de los grandes avances tecnológicos y de comunicación –también del ocio y del entretenimiento- que atrae como un imán a los que buscan el atractivo de un futuro más estable y acomodado. Es un mal de muchos que no da consuelo ni a los tontos, ni a los listos.

La Asociación Española de Municipios Contra la Despoblación –muncondes@terra.es- en recientes encuestas destaca que en los núcleos rurales de menos de 1000 habitantes un 65% de población supera los 65 años; un 10% los 85 y no hay jóvenes ni adolescentes. Esta Asociación está integrada en el programa europeo para el desarrollo rural Leader Plus. En España existe un programa de ayuda a los pueblos, Feader, y unos teléfonos de información donde se pueden explorar otras vías de progreso y reconvertir el mundo rural con nuevos proyectos de futuro. En el buscador Google se puede encontrar información.

Nuestra orografía de la sierra sabe de paisajes montañosos entrañables que mecen a la Laguna Negra de Soria y a las Lagunas Glaciares de Neila. Son tierras que escriben la Prehistoria en las huellas de Dinosaurios de Salas de los Infantes, de Regumiel; en los árboles fósiles de Hacinas... Sabemos de los pelendones, pueblo celtibérico, que habitaban en los Castros por entre los valles altos del Duero y el Arlanza y que dejaron sus huellas hasta peñas de Cervera, según Ptolomeo. Sigue la Historia su andadura y el Imperio Romano deja sus huellas de piedra y nostalgia en puentes y calzadas.

Existen necrópolis paleocristianas singulares como el de Cuyacabras en Quintanar de la Sierra; iglesias románicas con sus contrafuertes y ábsides imponentes, -cito la de Neila porque la llevo cosida a mis entrañas-. Hablamos del universal monasterio de Santo Domingo de Silos y de su claustro románico; de ruinas de otro llamado San Pedro de Arlanza, y del convento Alveinte. Los “Siete Infantes de Lara” siembran de Leyenda la historia de la Reconquista. Algunas casas señoriales hablan de la alcurnia de sus moradores. Cruzan nuestra tierra cañadas de rebaños trashumantes protegidos por la Mesta y caminos de carros y bueyes, con privilegios especiales de los Reyes Católicos, con aromas de pinos y lana de merinas en sus cargas... ¡Tantas historias...! Asumamos nuestra responsabilidad de seguir sus vidas!

“Más otra España nace,
la España del cincel y de la maza
(...) la España de la rabia y de la idea.”

Antonio Machado (Por tierras de España).

Guadalupe Fernández de la Cuesta

No hay comentarios:

Publicar un comentario