¿Qué es más ecológico, más medioambientalmente sostenible? ¿Una ciudad de rascacielos, modelo Hong Kong, o una ciudad de chalés adosados, modelo Los Ángeles?
Inconscientemente todos llegamos a la misma conclusión. Las urbes de apretados edificios altísimos nos parecen una barbaridad inhabitable, frente a la bucólica imagen de ordenadas casas bajas con su césped por delante y barbacoa en la parte trasera. Pero estamos equivocados. El futuro de las ciudades es vertical.
Más de la mitad de los 6.800 millones de personas que conformamos la población mundial vive en las ciudades. Y se estima que esa proporción será de un 70% en el año 2050. El consumo energético y de los recursos naturales se disparará, aumentando el tamaño de nuestra ya insostenible huella ecológica en el planeta.
Resulta pues importante empezar a pensar cómo deberán ser estas urbes del futuro cercano para dar cabida a tanta gente. La primera conclusión resulta lógica. No podemos seguir consumiendo territorio rural para convertirlo en urbano a la velocidad que lo hacemos ahora. Entre otras razones, porque lo lógico es que las explotaciones agrícolas y ganaderas estén siempre próximas a los centros de consumo, a modo de anillo verde circundante. Y si las ciudades se extienden como mancha de aceite, esos recursos estarán muy lejos, encareciendo los productos y empeorando nuestra calidad de vida.
Las ciudades verticales son la menos mala de las soluciones. En vez de construir metrópolis a lo ancho la idea es hacerlo a lo alto, dejando a la naturaleza, y/o a la producción agroganadera la superficie no urbanizada. Gigantescos rascacielos con todos los servicios propios de una urbe clásica, desde viviendas y oficinas, hasta centros comerciales y de ocio, guarderías, polideportivos o jardines.
Los desplazamientos serían así más cortos, pues los trabajadores vivirían más cerca de su lugar de empleo, reduciéndose hasta en un 90% la actual contaminación atmosférica. Paralelamente, la gestión de todos los recursos, desde el agua hasta la electricidad o la calefacción, se podría realizar de manera mucho más eficiente. Aprovechando con inteligencia las diversas energías renovables es posible llegar a disponer de edificios de “energía cero”, capaces de cubrir todas sus necesidades energéticas o de necesitar menos de una cuarta parte de la actualmente consumida.
¿Y qué pasará con el mundo rural? En él también se producirán grandes cambios. Muchos agricultores y ganaderos vivirán en la ciudad (ya lo hacen), desplazándose a sus cada vez más modernas explotaciones como quien va al trabajo. Otros optarán por la pequeña producción de calidad, ligada a un paisaje y a una cultura que para los habitantes de esos hormigueros verticales se presentará como idílica, a la par que símbolo de calidad. En cierta manera no habrá que esperar demasiado para verlo. De hecho, ya está pasando.
1 comentario:
Aún en ciudades como Tokyo, hechas absolutamente de edificios, se dieron cuenta que la naturaleza es tanto vital como sencilla de adecuar.
Edificios y rascacielos con jardines en sus alturas. Ejemplo de integración.
Si no se hace, es porque no se quiere hacer, no porque no se pueda.
Gracias por el informe, muy bueno.
Alicia
http://forestaciones.blogspot.com/
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