Cuánta tierra necesita un hombre | Gustavo Duch

Desde la cima donde duermen los restos del castillo de Lebrija, Sevilla, Txextu ganadero de Euskadi, sentenció ―llegará un jeque árabe y comprará todas estas magníficas tierras agrícolas de marisma. Los agricultores locales que le acompañaban en la visita se sorprendieron con su afirmación y bueno a pesar de tan disparatada idea, le creyeron a pie juntillas. Y Txetxu que no es adivino, lo adivinó. Ya están aquí.

En los últimos 10 años de burbujas especulativas reventadas, una nueva fórmula de inversión está expandiéndose. El capital más capitalista está acaparando toda la tierra fértil que le cabe en sus bolsillos. El razonamiento es sencillo: si la agricultura industrial se ha demostrado que es un negocio tan rentable como ineficaz y la población mundial aumenta, poseer áreas de cultivo será más rentable que inventar la gallina transgénica ponedora de huevos de oro. Disponer de tierra fértil es, a corto plazo, un gran negocio si cultivas productos de agroexportación o agrocombustibles; y a largo plazo una inversión que se revaloriza cada segundo que pasa.

Entre los inversionistas neoconquistadores de tierras destacan fondos y bancos de inversión como el Deutsche Bank; grandes empresas agrarias como Cargill; y petrodólares de países que temen por su seguridad alimentaria como los Emiratos Árabes.

Tomemos un ejemplo de esta última categoría, la empresa Al Dahra, líder en su país en el sector agrícola y ganadero, con una especialidad destacada: ser suministradora de heno y forrajes para la ganadería intensiva de la región. En este marco de economías liberalizadas y repletas de monopolios tan bien les va, que se expanden en busca de tierras baratas donde cultivar más forrajes, más dinero.

Al Dahra ya dispone de muchos miles de hectáreas en Namibia, Sudan y Egipto donde se cultiva arroz, trigo, alfalfa o palma aceitera. Y como viene denunciando la organización GRAIN este acaparamiento de tierras fértiles es desencadenante de más pobreza en las zonas rurales donde se da. Se desposee de tierras a miles de personas y sólo algunas de ellas, con mucha suerte, podrán ser brazos temporeros y malpagados en alguna de las nuevas y modernas fincas agroexportadoras. Mercantilizar la tierra debería estar prohibido.

Y como decía Txetxu, Al Dahra ya entró en España con la compra de la empresa aragonesa Desagro y sus tierras cultivables, y sigue en expansión por nuestro país. El pasado mes de enero adquirió dos empresas -y sus tierras cultivables- en la provincia de Lleida. Sus cálculos lo dicen todo pues prevé elevar su producción de las 110.000 toneladas actuales a 180.000 hasta 2015.

«Toda la tierra que recorras será tuya», le dicen los campesinos bashkirios a Pajom, el personaje de Lev Tolstói en el relato ¿Cuánta tierra necesita un hombre? Y toda, parece la respuesta del capitalismo irresponsable, que, lástima por él, no sabe cómo acaba la historia de Pajom.

Las aves se salvan de su 'silla eléctrica' | Rosa M. Tristán

Contaba sólo 19 años cuando el biólogo Miguel Ferrer, hoy investigador del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en la Estación Biológica de Doñana, comenzó a recoger aves electrocutadas en el Parque Nacional. Aquel verano, llevaba 12 en su haber cuando un día se topó con una espectacular hembra muerta, de cuatro años. Era la número 13. “Me dio un bajón tremendo y ese día llamé a la compañía eléctrica. Les dije que le había contado a Felipe González, que entonces iba por allí, lo que pasaba con sus postes y al día siguiente vinieron tres ingenieros y comenzamos a colaborar”. Evidentemente, aquel joven no había visto al presidente del Gobierno ni de lejos, pero aquella mentira fue el inicio de un trabajo que 30 años después nos proporciona una buena noticia.

El trabajo de su equipo logró que las compañías eléctricas comenzaran a cambiar sus tendidos, hasta el punto que se ha reducido en un 80% la mortalidad de aves en todo el país por este motivo. Sólo en Andalucía, tierra de Ferrer, se estima que se han salvado más de 15.000 y el científico me asegura que si no se hubieran tomado medidas desde entonces, la majestuosa águila imperial ibérica, de la que ahora tenemos 400 parejas, habría desaparecido, o casi, de nuestros cielos.

Afortunadamente, no ha sido así, y las muertes por electrocución o por colisiones de esta especie en Doñana han caído un 97% (en toda Andalucía un 62%), confirmando que es posible que aves y cables de alta tensión convivan en un campo donde los árboles son cada vez más escasos.


Y es que hasta la última década del siglo pasado se habían instalado millones de tendidos peligrosos, sin aislantes adecuados, demasiado grandes y juntos, con el cable mal colocado... En definitiva, auténticas trampas mortales que las compañías han ido corrigiendo hasta dejar 10 millones de kilómetros cuadrados limpios de peligro.

Y lo han hecho pese a que la normativa nacional al respecto salió tarde (en 2008) y mal (pues exime a las eléctricas de su responsabilidad).

Pero quedan lagunas. A nivel empresarial, aún se trabajan poco la investigación y el desarrollo: ¡siguen usando los mismos postes de hace 50 años¡. “Ya es hora de que sus ingenieros se pusieran a diseñar modelos más seguros”, comenta Ferrer. Por cierto, que también les reclama que ahora que están tan concienciados en España hagan lo propio cuando llevan su tecnología a otros países en desarrollo “porque si repiten los errores, ya saben que les saldrá más caro”. Y a nivel general, aún hay postes de particulares y de instituciones forestales que no han sido ‘corregidos’.

El libro, editado por Endesa, además de datos, estudios de campo y documentación, también recoge divertidas vivencias de Ferrer, que por cierto ahora es el Delegado del CSIC para Andalucía. Una de ellas me la resume así, en una conversación desde el AVE de metal que le lleva a Sevilla: “Sucedió un día en la Laguna de La Janda, en Cádiz. Andábamos marcando águilas cuando se nos acercó un coche de la Guardia Civil a preguntar qué hacíamos. Y cuando se lo explicamos, replicaron: ‘¿Y no sería mejor poner un red sobre el parque para que no se escapen?’. Ante tamaña pregunta no se me ocurrió más que decir: ‘Pero entonces no entrarían los gansos cuando vienen’. ‘Ah, claro, claro, ¿ves como hay que entender?’, se decían el uno al otro”. 

Pensando en el 14N | Gustavo Duch

De hoy en adelante – manifestamos – no trabajaremos nunca más para financiar Estados déspotas que nos roban la vivienda o el sustento, ni para estados depresivos que nos roban la felicidad. El trabajo esclavo ha llegado a su fin.

Interrumpimos inmediatamente y para siempre el consumo consumista que nos consume la sonrisa y devora mares, tierras, aires y aguas. Las gentes no son el Mercado ―afirmamos ― el mercado es sólo un lugar de encuentro.

Se proclaman inactivas a perpetuidad las jornadas machistas que insultan al amor, al cuidado, al abrazo.

Terminantemente lo decimos, ¡nos plantamos! Nos plantamos, cual semillas rebeldes en la Tierra, ante los abusos prepotentes que sobre ella cometemos.

Declaramos en huelga general y permanente al hambre y al dolor; al mal amor y al mal humor.

Mantendremos en paro indefinido a las guerras. A sus hacedores les suspenderemos de todos sus cargos, por los siglos de los siglos, así sea.

Y, huelga decir, que declaramos indefinidamente interrumpida la búsqueda y acumulación de la riqueza materialista responsable de todas las pobrezas.

Entre camaradas, con almas cómplices, juramos ocupar todos los segundos, minutos y horas que hoy desocupamos, en la construcción colectiva de un estado de felicidad permanente.

DECLARAMOS EL ESTADO DE HUELGA GENERAL PERMANENTE.

¿Piensas que ya no hay nada por descubrir? | María de la Cita

Siguiendo el ejemplo del propio Félix, la Fundación apuesta por utilizar las nuevas tecnologías como medio para generar nuevas formas de comunicación, que fomenten entre el público el conocimiento de la riqueza natural y cultural de nuestro medio. 

Esta plataforma está destinada a reflejar la realidad del medio rural y detectar y difundir experiencias ejemplares, es decir, aquellas que fomentan modelos económicos, sociales y medioambientales sostenibles en el medio rural. Para ello, se han creado estructuras tecnológicas de última generación, basadas en herramientas de uso convencional para el usuario medio de Internet.

Así, el día 24 de octubre, la Fundación ha presentado su nuevo proyecto MiTierra Maps, una plataforma interactiva, basada en la geolocalización de recursos, dedicada a fomentar el conocimiento y la puesta en valor de cultura, economía y biodiversidad de nuestros pueblos, que ocupan alrededor del 90% del territorio español y que se encuentran, en parte, olvidados por la mayoría de la sociedad urbanita.

Para llevar a cabo este ambicioso proyecto, la Fundación cuenta con financiación del Plan Avanza 2 del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, la colaboración de Telefónica y con la participación de multitud de organizaciones como el Organismo Autónomo de Parques Nacionales, TurEspaña, Ecotur, etc., apostando de primera mano por la promoción del conocimiento sobre el medio rural-natural y por el fomento de actividades sostenibles en la naturaleza: turismo, compra de productos de emprendedores ejemplares, etc.

Actualmente, está activa la capa colaborativa “De MiTierra me gusta”, en la que todos los interesados, pueden subir información sobre sus lugares favoritos en España.  ¿Compartes con nosotros tus lugares favoritos?



Cubos y cubos de dinero | Gustavo Duch

 

Detrás de estas nuevas conquistas de tierras hay un factor estratégico que pudiera pasar desapercibido: el agua dulce.


Hace cuatro años, la organización Grain tuvo que inventar una expresión para describir una práctica nueva de ganar «cubos y cubos de dinero» que hoy ya es ampliamente conocida, a la vez que denunciada: el acaparamiento de tierras. El capital financiero de los bancos y fondos de inversión, los petrodólares de algunos estados y las arcas de algunas grandes corporaciones agroalimentarias están invirtiendo sumas muy significativas en la adquisición de las mejores tierras fértiles en los países empobrecidos del Sur. Una jugada con beneficios a corto plazo (hacen de esas tierras cultivos intensivos de alimentos para la exportación o cultivos energéticos para la producción de agrocombustibles) y a largo plazo, pues después de ver cómo reventaban burbujas como la hipotecaria optan por un valor que especulativamente hablando siempre valdrá más, la tierra fértil. Como decía Mark Twain, «no se puede fabricar más», y con el aumento de la población cada vez será más necesaria.


El acaparamiento de estas tierras está alcanzando proporciones aterradoras, pues cada nueva hectárea adquirida -robada, en realidad- es el despojo del medio de vida de la población local que se alimenta en gran medida de su agricultura de subsistencia. Los 60 u 80 millones de hectáreas de tierras cultivables en países pobres que ya han pasado a manos extranjeras en los últimos años (una superficie que no cabría en todo el Estado español) apuntan a ser la causa estrella de las hambrunas y la pobreza del siglo XXI.


Algunos casos documentados son especulativos cien por cien y van ligados a los llamados mercados de futuros. Otros, como decía, se centran en ampliar grandes negocios agrarios, como la empresa Al Dahra de los Emiratos Árabes, que ha adquirido tierras en Namibia, Sudán, Egipto y ¡Lleida! para dedicarlas a su especialidad, el cultivo de heno y forrajes para la ganadería intensiva de su país. En los países africanos citados este acaparamiento de tierras fértiles es el desencadenante de más pobreza en las zonas rurales donde se da. En Catalunya, donde la crisis del sector agrícola es un hecho, ¿qué puede suponer este tipo de fenómeno si se extiende?


Detrás de estas nuevas conquistas de tierras hay un factor estratégico que pudiera pasar desapercibido: el agua dulce, que para los fondos de inversión que la persiguen puede también ser doblemente interesante. Se prevé, por un lado, que en un futuro el agua pueda ser, igual que el petróleo, los cereales o la tierra fértil, una inversión especulativa en los mercados; y por el otro y ligada a las adquisiciones de tierras, es el activo clave para sacarles el máximo rendimiento. Judson Hill, responsable de un fondo de capital involucrado, dijo que invertir en agua ligada a la agricultura representa ya «cubos y cubos de dinero». En el punto de mira está de nuevo el continente africano, que con sus grandes ríos tiene -dicen- una abundancia de agua dulce que ahora no se explota comercialmente. Si uno mira dónde se están adquiriendo tierras en África, observa que la práctica totalidad están junto a las cuencas de grandes ríos como el Nilo, el Níger, el Senegal, con acceso directo a agua para irrigar las nuevas megaplantaciones. Y esto ocurre en un territorio donde al menos una tercera parte de la población vive en áreas con escasez de agua.


Apropiarse de tierra y agua para exportar alimentos o combustibles en manos de capital extranjero no solo no beneficia a la población local sino que compromete un recurso que ella tanto necesita. La India y China son dos ejemplos muy claros en los que en el pasado se ha promocionado el uso masivo del agua para irrigación minando sus recursos hídricos actuales a niveles alarmantes. El abuso del agua hace de este recurso renovable un recurso agotable. Se calcula que 200 millones de personas en la India y 100 millones en China se alimentan de cultivos regados con el agua de las futuras generaciones.

Francina Cortés
Las inversiones que miran a África reproducirán los mismos errores. Según los cálculos de la FAO, toda la cuenca del Nilo, que abarca unos 10 países, puede permitir el riego como máximo de unos ocho millones de hectáreas. Solo en cuatro de estos países se riegan ya cinco millones de hectáreas con agua del Nilo. Según un reciente estudio deGrain, en estos mismos países ya se han traspasado más de ocho millones de hectáreas a los susodichos inversores para sus cultivos intensivos de… cubos de dinero. Lo mismo pasa en otras partes del continente. El Gobierno de Malí ya ha malvendido medio millón de hectáreas a inversores extranjeros, cuando los expertos calculan que el uso sostenible del agua solo alcanza para 250.000 hectáreas.
Los números no cuadran y la lógica no encaja. Si no se para este expolio, el futuro del mismo Nilo y otros ríos está en juego, y con ello el futuro de los millones de personas en el continente más afectado por la crisis climática. Grain (Nobel de Ecología), una vez más, ya ha bautizado esta realidad y habla de un suicidio hídrico a no ser que se impida que con la tierra y el agua se acaparen cubos y cubos de dinero.

El acaparamiento total | Gustavo Duch


Primero fue el control de las semillas. Las grandes corporaciones sabiendo que son ‘el principio de la vida’ y ávidas por dominar la vida de todas y todos se lanzaron al control de un bien común que las haría poderosas. Muchas fueron las estrategias: patentaron la vida; hicieron desaparecer muchas variedades autóctonas con suposiciones productivistas; engendraron simientes estériles que se llaman híbridas o transgénicas; engullen a las pequeñas empresas locales de semillas; o financian el Arca de Noé en el Polo Norte, donde las preservan [para ellas] en un gran banco de germoplasma.

Un control que en pocos años ha alcanzado la categoría de acaparamiento. Como explican los estudios de ETC Group sólo entre tres empresas se reparten la mitad del mercado global de las semillas comerciales (Monsanto con una cuarta parte ella sola) siendo prácticamente las mismas empresas que dominan el polo opuesto: los pesticidas, herbicidas o plaguicidas, en definitiva ‘el final de la vida’.

Cifras similares de acaparamiento las encontramos si analizamos el poder corporativo en otros segmentos de la producción agroalimentaria, como los fertilizantes; la silvicultura; la comercialización de los granos básicos; la genética; la industria farmacéutica veterinaria y la producción animal; o el procesamiento y distribución de los alimentos.

Pero no es suficiente manjar para tantas tragaderas y en los últimos latidos de un capitalismo que se desmorona, buscan asegurar sus inversiones en nichos ‘a prueba de bombas’. Así hemos visto, y ha sido ampliamente denunciado por GRAIN, como en la última década ha brotado un impulso irrefrenable por el acaparamiento global de tierras. Disponer el capital como dispone actualmente (y sigue creciendo) entre unos 60 y 80 millones de hectáreas de tierra fértil significa administrar para su beneficio millones de toneladas de biomasa vegetal, convertida en alimentos, agrocombustibles o madera, así como otros recursos minerales ciertamente estratégicos.

El acaparamiento de tierras se extiende fundamentalmente por África pero también por otros lugares generando violentos conflictos como en Honduras o Colombia con decenas de personas campesinas muertas en la defensa de sus tierras; o en Andalucía (España), donde recientemente campesinos y campesinas sin tierra han sido desalojados de una finca pública que ocuparon para evitar su venta especulativa.

Pero no hemos acabado aquí. Un elemento estratégico falta para quien quiera ‘controlar’ el mundo, el agua dulce, pues sin ella es imposible la producción de alimentos, y la producción de negocios. La conquista por el agua camina de la mano del acaparamiento de tierras recién explicado. De hecho leyendo en un nuevo informe de GRAIN al respecto las declaraciones de Peter Brabeck-Letmathe, presidente y ex director general de Nestlé, las compras en realidad no son de tierra, sino «del libre acceso al agua que con ellas se consigue». Ciertamente, en dicho informe se analiza muy bien como la mayoría de las adquisiciones de tierras que se están dando en estos últimos años se corresponden con tierras que pueden acceder a buenos acuíferos y sobretodo a cuencas de importantes ríos como el Níger, el Senegal o el Nilo.

Los discursos en defensa de esta apropiación ya los conocemos,-utilizamos tierras y aguas que la gente no aprovecha para grandes plantaciones o cultivos que generarán desarrollo. Pero la historia de estos megaproyectos, la realidad de estas superplantaciones ligadas a la exportación, sabemos que no reporta beneficios a la población local. Hay demasiados ejemplos para ilustrarlo.

El acaparamiento de agua, además de ser un expolio que debe denunciarse y detenerse, acrecienta el problema de acceso directo al agua de muchos miles de familias campesinas, mermando sus posibilidades de vida pues estos proyectos se localizan en cabeceras o puntos estratégicos de los cauces. Pero surge un nuevo problema, el modelo intensivo de agricultura que se desarrollan para estos cultivos comerciales, así como los propios cultivos seleccionados para esas zonas, y el exigir a la tierra que esté en cosecha permanente (independientemente de lo que dicte el cielo y las lluvias) significa que todas esas nuevas zonas de cultivo ‘conquistadas’ a la población local van a poner en grave riesgo un sistema hídrico delicado que sólo con la sabiduría comunitaria se ha podido mantener. Es como dice GRAIN, un suicidio hídrico.

Semillas para producir intensivamente,
tierra para producir intensivamente,
agua para regar intensivamente
en manos de unos pocos fondos de inversión para acumular capital intensivamente,
es la peor de las pesadillas.

Pueblos indígenas, los mejores veterinarios | Rosa M. Tristán

En ocasiones, hay investigaciones que ponen en su sitio los conocimientos ancestrales, que en aras de la tecnología más puntera, hemos ido perdiendo por el camino. Es lo que ha pasado ahora con un trabajo sobre los masais de Kenia que concluye que, pese a vivir en una de la zonas más salvajes del planeta, son competentes veterinarios a la hora de detectar enfermedades en los animales, tanto salvajes como domésticos.

El estudio, liderado por investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y publicado en la revista ‘PLoS ONE’, se realizó con pastores masais en la reserva de Masai Mara, en colaboración con expertos del Kenia Wildlife Service. Según sus conclusiones, el 93% de los pastores identifica sin error las enfermedades que padece su ganado, que tienen que ver, en general, con parásitos como la sarna.

Los científicos hicieron un cuestionario oral a estos ganaderos africanos sobre la detección, precisamente, de la sarna, que afecta severamente a sus vacas y cabras, pero también a animales salvajes como los leones, las gacelas o los leopardos. Un 66% conocía perfectamente el parásito que la causa y un 69% era consciente de que es una enfermedad transmisible entre su ganado y la fauna.

Entre los años 2007 y 2011, este pueblo de origen nilótico informó de la presencia en Masai Mara de 59 animales salvajes enfermos, y ello propició que las autoridades los capturaran para curarlos y evitar que el número de afectados se extendiera. “Lo que hemos querido es reconocer su trabajo, poner de manifiesto que los pueblos indígenas, aquí y en otros lugares del mundo, deben ser un agente más en los programas para el control de enfermedades. Su ganado comparte el espacio con la fauna y son testigos directos de lo que pasa”, asegura el investigador Samer Alasaado, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC).

Su colega, Ramón Soriguer, me aporta otro dato: en Masai Mara sólo hay un veterinario y más de 60.000 masais ¿cómo no contar con ellos? Sería imposible atender tan vasto territorio si no fuera por sus conocimientos.

Sin embargo, los masai son un pueblo con mala fama en sus propios países, y también entre muchas organizaciones conservacionistas. Les acusan de acabar con los leones para que su ganado no corra peligro o de ocupar demasiado territorio para su ganado, en detrimento de especies protegidas. Por ello, se les ha ido expulsando de sus tierras milenarias, sin acabar de implicarles en un desarrollo turístico del que sólo sacan dinero cuando están cerca de alguna pista y pueden acercarse a vender su artesanía.

Reivindicar su papel con argumentos científicos como los de este trabajo, con datos que demuestran su credibilidad a la hora de diagnosticar y tratar los animales, sirve para poner en su sitio a quienes anteponen los últimos avances científicos por encima de la sabiduría ancestral de este y otros pueblos, a menudo calificados de ‘salvajes’ y ‘atrasados’ por cualificados titulados universitarios.

Así es posible que quienes viajemos a África podamos seguir disfrutando de la insólita visión de un rebaño de cabras y gacelas Thomson, pastoreadas por un niño masai, en total armonía.

Imagen: pastores masais, en un mercado de ganado en Tanzania. | Rosa M. Tristán