Fiestas de los pueblos | Guadalupe Fernández de la Cuesta



Se hace bulla en los pueblos de la sierra cuando el calendario señala las fiestas patronales.  Desde la sima de los valles ascienden hasta las cumbres de las montañas y de los oteros un alud de imágenes hechas de colores festivos: rumores de músicas jaraneras, pálpitos de vida en este útero de pinares fecundando de esperanza. Las casas de postigos abiertos salpican la calle de remiendos amarillos en las noches apacibles de plata negra y calor suave. Voces infantiles se enredan por entre las esquinas de las calles, en la plaza, en el agua de los cauces tajados de los ríos, en el pinar…Ellos, los niños, escriben en el aire frases que son versos de un poema encadenado a los juegos de nuestra infancia, ya tan lejana y de recuerdos descosidos. Los jóvenes atan su individualidad a la pandilla en un haz convulso de emociones encontradas. Toda esa bendita energía juvenil estalla como un cohete de feria y añade luces y entusiasmo a ese afán de divertimento de la gente.

Las fiestas de los pueblos ponen en pie nuestra identidad. En la bóveda de mis sueños, buscando en mi memoria, aparecen los primeros tañidos de las campanas hechas siembra en la nostalgia. Los ecos del campanario ratifican nuestra pertenencia al pueblo y rubrican con emoción contenida el nuevo abrazo en ese primer encuentro del rezo de la Salve, pórtico de entrada a la fiesta de la Virgen de la Asunción. En la iglesia hecha de susurros y rezos descubro las huellas de mis ancestros en los muros de piedra de sus paredes y en el trenzado del techo ojival. Paseaba yo la mirada por entre los bancales, siendo niña, y descubría la quietud de mi madre y de las otras mujeres, inmóviles sus manos, fijos sus ojos en el altar con un bisbiseo apenas rozando los labios. Buscaba su cobijo para descifrar tanto misterio tallado en las imágenes hieráticas, imperturbables y solemnes en sus hornacinas de oro gastado. Las madres con su luto viejo y el tul negro desgranaban oraciones por los vivos y por los muertos. Tal recogimiento infundía respeto y apenas nos movíamos del asiento.
Las misas se alargaban en latines cantados e inacabables. Entreteníamos la espera escrutando nuestro vestido limpio, alisando los volantes y balanceando los pies calzados de domingo. Luego, después del baile del mediodía esperaba la comida, olvidados el tocino y las berzas de diario por el guiso de un gallo conquistador de gallinas el día anterior. Por la tarde, en la plaza, con la misma música, jugábamos a ser mozas: los cuerpos ceñidos por la cintura para el pasodoble y el tango “agarraos”, y libres para trenzar los pasos de la jota. Tras la cena escuchaba, envuelta en lloros porque no me dejaban salir, los ecos de las melodías como estrofas de una elegía inacabada. Toda la lírica de la fiesta transformada en la prosa de una cama.

Se hace camino al andar, dice el poeta. En el deambular de las fiestas patronales se ha colado en los programas un hueco a la gastronomía, un encuentro de paladares añejos y rotundos: caldereta, chorizos al vino, ajo carretero…Despaciosos y con el verbo fácil, salimos al encuentro de las viandas y de los convecinos para una charla multitudinaria y divertida mientras degustamos el sabor emocionado de la concordia. “Escribe de todo esto”, me dice un vecino. Merece la pena.
Poco a poco, el calendario va llenando de sombras las calles y los pueblos son poseídos por la luna y las luces desmayadas Sobre la masa gris del horizonte se dibuja la perfección de sus perfiles y de sus misterios. Fin de fiesta. Caen los últimos jirones de la tarde. Uno año más.

Imagen | José Segura



Vademécum político | Gustavo Duch


En los 70 –tiempo de misiones y de caridades-  se les conocía como países del Tercer Mundo. Fue entonces también cuando triunfó la película de ciencia ficción Encuentros en la Tercera Fase, y todo nos sonaba parecido: mundos desconocidos, lejanos, ajenos.

Años después llegó el neoliberalismo y entre las primeras libertades dictadas se prohibió este tipo de clasificaciones, y se mandó usar aquello de países subdesarrollados. Alguien protestó porque parecía que se hablaba de países en un peldaño inferior, de hecho en un peldaño enterrado y subterráneo. En breve, además, se observó que no era satisfactoria ésta nomenclatura porque –estudiaron- llevaba a la parálisis y a la resignación sin ánimo de lucro.

Entonces se inventó lo de países en vías de desarrollo o países atrasados que ya los colocaba en la carrera, a punto de subir por una escalera, la del progreso con un final extraordinario, lleno de avances y riquezas a repartir. El Banco Mundial subvencionó las ambiciones y otros planes dictados por el Fondo Monetario Internacional.

Pero no pasó. Más bien, quienes empezaron ese recorrido, a cada paso que daban más se hundía su escalera. Sus patas estaban situadas sobre arenas movedizas y aún hoy deben pagar por aquellos préstamos y tanta gentileza. Por eso también se les conoce como países endeudados.

Las voces más asépticas y políticamente correctas desenfundaron un nuevo vocablo que no fuera ofensivo y se puso de moda lo de Países del Sur.  Pero las leyes cardinales tenían errores: se tropezaron con pobrezas en el norte, en el este y en el oeste; y riquezas tremebundas en los sures. Así que se debía buscar otra fórmula.

En algunos textos y conferencias ganó prestigio diferenciar países con métodos geométricos. Los mal llamados países del tercer mundo, subdesarrollados, en vías de desarrollo o países sureños pasaron a llamarse periféricos porque obedecen centrípetamente las atracciones de las potencias centrales. Aunque de nuevo surgieron peros, algunos países antes desarrollados o emergentes no estuvieron de acuerdo al aparecer en la lista de la segunda división.

Por fin alguien atinó: se podría definir la situación de algunos países por las causas que hasta allí le condujeron. Así nacieron los países empobrecidos que tuvo la virtud de señalar con claridad el expolio que hizo de la pobreza espejo de la riqueza. Aún así surgían algunas dudas ¿la pobreza se mide en dólares? ¿Con el Producto Interior Bruto? ¿Quiénes son  los verdaderamente pobres?

Mientras estábamos distraídos con esta discusión, a finales del 2008 las mandíbulas financieras no tuvieron piedad geométrica, ni  geográfica, y casi todos los países enriquecidos, del Norte, centrales y arriba del todo en las clasificaciones del desarrollo, cayeron a tumba abierta. Sus gobernantes decidieron desproteger a la población para pagar los caprichos de la banca.

Se acabó con el problema filológico, todos, antes y ahora, son países desnudados.