20 may 2011
8:54
Somos lo que comemos –dicen- pero también podemos pensar lo contrario: que somos lo que no comemos, lo que desaprovechamos.
Y digo esto pensando en mi querido Jaume. Cuando nos reunimos para alguna celebración familiar la guinda de los pasteles siempre queda apartada en un rincón de todos los platos de los comensales. Excepto en el de Jaume que se las come, explicando que le gustan. Pero creo que miente. Porque cuando pasa por casa y le regalamos pan para que alimente a los pájaros de su jardín nos dice que no está lo suficientemente duro, que sigue siendo comestible. O porque los plátanos que mis hijos dicen que ya están demasiado maduros, casi negros, él sigue considerando que son una buena merienda, que no se pueden echar a perder. Por los mismos motivos argumenta que los yogures, diga lo que diga el envase, no caducan nunca.
Y sí, como yo pensaba, me ha confesado que no le gustan esas cerezas confitadas de los pasteles, pero que en su casa, la posguerra y las penurias, les enseñaron a no desperdiciar nada.
En sólo dos generaciones hemos pasado de un extremo a otro: de la escasez a la abundancia, lo que nos ha llevado (aunque no tenía porque ser así) de economizar a derrochar. Según informa una resolución del Parlamento Europeo del 18 de enero de este año 2011, en la cadena de producción, suministro y consumo se desperdician -y no deja de sorprenderme- el 50% de los alimentos.
Una sociedad que permite esta situación no puede estar orgullosa de su comportamiento individual, ni del modelo agroalimentario del que nos hemos dotado. Entre otras cosas porque la comida no es más que el aprovechamiento de unos recursos naturales: aire, agua, tierra. Y este es uno de los motivos por los cuales desde el pasado día 19 de abril, en España hemos entrado en déficit ecológico. Es decir, si esos recursos naturales los distribuimos equitativamente entre toda la población del planeta, hemos superado nuestra cuota. Nuestro modelo consumista del derroche ha agotado lo que nos corresponde y si seguimos comiendo, respirando y contaminando es porque, desde ese día contraemos una deuda... que me temo no vamos a cancelar.
Porque en realidad se trata de un mal uso del préstamo que nos han hecho las generaciones futuras; y de un hurto ecológico, que un sistema dominado por oligopolios, explota okupando tierras y mares de los países del Sur, para abastecer a las poblaciones que les podemos enriquecer.
16 may 2011
10:01
9 may 2011
10:04
3 may 2011
9:38
26 abr 2011
13:41
13 abr 2011
9:06
5 abr 2011
9:52
La guinda - Gustavo Duch
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Somos lo que comemos –dicen- pero también podemos pensar lo contrario: que somos lo que no comemos, lo que desaprovechamos.
Y digo esto pensando en mi querido Jaume. Cuando nos reunimos para alguna celebración familiar la guinda de los pasteles siempre queda apartada en un rincón de todos los platos de los comensales. Excepto en el de Jaume que se las come, explicando que le gustan. Pero creo que miente. Porque cuando pasa por casa y le regalamos pan para que alimente a los pájaros de su jardín nos dice que no está lo suficientemente duro, que sigue siendo comestible. O porque los plátanos que mis hijos dicen que ya están demasiado maduros, casi negros, él sigue considerando que son una buena merienda, que no se pueden echar a perder. Por los mismos motivos argumenta que los yogures, diga lo que diga el envase, no caducan nunca.
Y sí, como yo pensaba, me ha confesado que no le gustan esas cerezas confitadas de los pasteles, pero que en su casa, la posguerra y las penurias, les enseñaron a no desperdiciar nada.
En sólo dos generaciones hemos pasado de un extremo a otro: de la escasez a la abundancia, lo que nos ha llevado (aunque no tenía porque ser así) de economizar a derrochar. Según informa una resolución del Parlamento Europeo del 18 de enero de este año 2011, en la cadena de producción, suministro y consumo se desperdician -y no deja de sorprenderme- el 50% de los alimentos.
Una sociedad que permite esta situación no puede estar orgullosa de su comportamiento individual, ni del modelo agroalimentario del que nos hemos dotado. Entre otras cosas porque la comida no es más que el aprovechamiento de unos recursos naturales: aire, agua, tierra. Y este es uno de los motivos por los cuales desde el pasado día 19 de abril, en España hemos entrado en déficit ecológico. Es decir, si esos recursos naturales los distribuimos equitativamente entre toda la población del planeta, hemos superado nuestra cuota. Nuestro modelo consumista del derroche ha agotado lo que nos corresponde y si seguimos comiendo, respirando y contaminando es porque, desde ese día contraemos una deuda... que me temo no vamos a cancelar.
Porque en realidad se trata de un mal uso del préstamo que nos han hecho las generaciones futuras; y de un hurto ecológico, que un sistema dominado por oligopolios, explota okupando tierras y mares de los países del Sur, para abastecer a las poblaciones que les podemos enriquecer.
2011, Año Internacional de los Bosques | Guadalupe Fdez. de la Cuesta
El día amanece radiante después de días de intensas lluvias. Tras las ventanas se cuelan los murmullos cercanos de los chopos en una danza sensual de ramas recién vestidas. A sus pies un aprendiz de río estrena sombras entre sus alegres espumas de agua. Las cumbres de las montañas dibujan sus perfiles con trazos de niños en un cielo azul de cuento y sus laderas se cubren de los matices del verde nuevo en un reto a los matorrales que aún están remisos a esta llamada de la primavera lujuriosa. Esparcidas y como olvidadas, las retamas, escobares, aulagas y margaritas van pintando de amarillo y blanco su particular cuadro impresionista. En este marco de color se ocultan las setas –“perros-chicos, senderillas”- que silencian su aparición a los “seteros” para resguardarse de los revueltos en la sartén.
Una conducta atávica y compulsiva conduce mis pasos hacia el pinar. Es un enamoramiento correspondido porque su respuesta sobrepasa mis expectativas de un feliz encuentro. Sé que reitero estos sentimientos y que los adjetivos nunca alcanzarán la cualidad de las percepciones que se filtran en el alma por entre cada poro de la piel. Veo el tapiz umbroso y casi mágico que sustenta las raíces de pinos arrogantes, enhiestos, agujereando el cielo. Juega el sol al escondite y descubro destellos dorados enhebrando los troncos tapizados de musgos y líquenes. En esta catedral de los silencios se cuelan susurros de vida de los animales, rumores de agua de los arroyos y aromas de resina. Lucen las hayas su ropaje nuevo como una provocación a la armónica conjunción de los pinos. Luego los helechos con sus penachos verdes irán pregonando el final de la primavera.
El pinar me trae recuerdos de “las cortas”. Los hombres cargaban al hombro su experiencia, los tronzadores y las hachas al encuentro con el pino que les había correspondido en la subasta. El eco multiplicaba los cortes secos y rotundos en los troncos, hendiduras que marcaban la caída en la orientación elegida sin otro peligro que el “encaramado” o algún otro desarraigo no previsto. Luego el movimiento rítmico y acompasado del tronzador llevaba el temblor agónico al pino y al estruendoso final hecho de una suma de estertores de ramas desgajadas y sacudidas sobre el suelo. El polvo envolvente y la quietud del árbol daban reposo y satisfacción a los hombres.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declara el 2011 como el “Año Internacional de los Bosques”. Eso significa que el desarrollo sostenible de los pinares debe generar riqueza para una población –cuando menos, también sostenible- que viva en sus sombras; En un artículo aparecido en el periódico El País del día 9 de de mayo, Joan Mesquida, secretario general de Turismo y Comercio, declara, por ejemplo, que el turismo “es un sector estratégico en el escenario económico español. En el año 2010 España fue el cuarto país más visitado del mundo… En las apuestas del Gobierno esta “el nuevo reto que representa el Plan Turismo Litoral aprobado por unanimidad en el ultimo Consejo Español del Turismo” (…) y “modernizar nuestros destinos tradicionales de sol y playa”. Ni una sola palabra para el turismo rural. No existimos. ¿Dónde andarán los bosques?
“La convergencia entre lo rural y la naturaleza es clave para afrontar el futuro de zonas desfavorecidas ricas en biodiversidad y de las especies amenazadas”.
Félix Rodríguez de la Fuente.
Una conducta atávica y compulsiva conduce mis pasos hacia el pinar. Es un enamoramiento correspondido porque su respuesta sobrepasa mis expectativas de un feliz encuentro. Sé que reitero estos sentimientos y que los adjetivos nunca alcanzarán la cualidad de las percepciones que se filtran en el alma por entre cada poro de la piel. Veo el tapiz umbroso y casi mágico que sustenta las raíces de pinos arrogantes, enhiestos, agujereando el cielo. Juega el sol al escondite y descubro destellos dorados enhebrando los troncos tapizados de musgos y líquenes. En esta catedral de los silencios se cuelan susurros de vida de los animales, rumores de agua de los arroyos y aromas de resina. Lucen las hayas su ropaje nuevo como una provocación a la armónica conjunción de los pinos. Luego los helechos con sus penachos verdes irán pregonando el final de la primavera.
El pinar me trae recuerdos de “las cortas”. Los hombres cargaban al hombro su experiencia, los tronzadores y las hachas al encuentro con el pino que les había correspondido en la subasta. El eco multiplicaba los cortes secos y rotundos en los troncos, hendiduras que marcaban la caída en la orientación elegida sin otro peligro que el “encaramado” o algún otro desarraigo no previsto. Luego el movimiento rítmico y acompasado del tronzador llevaba el temblor agónico al pino y al estruendoso final hecho de una suma de estertores de ramas desgajadas y sacudidas sobre el suelo. El polvo envolvente y la quietud del árbol daban reposo y satisfacción a los hombres.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declara el 2011 como el “Año Internacional de los Bosques”. Eso significa que el desarrollo sostenible de los pinares debe generar riqueza para una población –cuando menos, también sostenible- que viva en sus sombras; En un artículo aparecido en el periódico El País del día 9 de de mayo, Joan Mesquida, secretario general de Turismo y Comercio, declara, por ejemplo, que el turismo “es un sector estratégico en el escenario económico español. En el año 2010 España fue el cuarto país más visitado del mundo… En las apuestas del Gobierno esta “el nuevo reto que representa el Plan Turismo Litoral aprobado por unanimidad en el ultimo Consejo Español del Turismo” (…) y “modernizar nuestros destinos tradicionales de sol y playa”. Ni una sola palabra para el turismo rural. No existimos. ¿Dónde andarán los bosques?
“La convergencia entre lo rural y la naturaleza es clave para afrontar el futuro de zonas desfavorecidas ricas en biodiversidad y de las especies amenazadas”.
Félix Rodríguez de la Fuente.
Bosques de siempre | Guillermo Ramcés
Al entrar en un bosque se tiene la impresión de haber estado antes en él. No importa que especie de árboles lo conformen, ni si está tapizando un valle o sujetando una ladera. Es su misterio, su aire, su rumor o su silencio, los que los unen a recuerdos que parecían olvidados, pero que estaban dormidos en lo profundo de nuestro corazón.
Los bosques son soporte de vida, tanto la de los seres que los pueblan, de las especies vegetales que conforman sus frondas, o la de las gentes que habitan en su entorno. Su benéfica influencia se extiende mucho más allá para poner de manifiesto su universalidad.
Dicen que los árboles no nos dejan ver el bosque y es cierto. El bosque es mucho más que un conjunto de árboles. Es un ejemplo de convivencia de especies animales y vegetales que se adaptan y evolucionan para sobrevivir y conservar potenciando, sus cualidades naturales. Pero la sociedad, durante siglos, los ha considerado como fuente inagotable de riqueza y han sido sobre explotado sin pensar en el futuro.
Han conseguido que los árboles nos sigan impidiendo ver el bosque.
Actualmente la conciencia social sobre la Naturaleza se está potenciado, y por ello tenemos la oportunidad de contribuir a que los bosques de hoy puedan seguir siendo semejantes, en diversidad belleza y variedad a los boques de ayer y esto se logrará en la medida del convencimiento que tengamos de que, conservación y supervivencia, son una misma cosa. Afirmo: el porvenir de los bosques está tanto en nuestro corazón como en una decidida voluntad de acción para contribuir a que los bosques de hoy sigan siendo semejantes a los de ayer, a los bosques de siempre.
Los bosques son soporte de vida, tanto la de los seres que los pueblan, de las especies vegetales que conforman sus frondas, o la de las gentes que habitan en su entorno. Su benéfica influencia se extiende mucho más allá para poner de manifiesto su universalidad.
Dicen que los árboles no nos dejan ver el bosque y es cierto. El bosque es mucho más que un conjunto de árboles. Es un ejemplo de convivencia de especies animales y vegetales que se adaptan y evolucionan para sobrevivir y conservar potenciando, sus cualidades naturales. Pero la sociedad, durante siglos, los ha considerado como fuente inagotable de riqueza y han sido sobre explotado sin pensar en el futuro.
Han conseguido que los árboles nos sigan impidiendo ver el bosque.
Actualmente la conciencia social sobre la Naturaleza se está potenciado, y por ello tenemos la oportunidad de contribuir a que los bosques de hoy puedan seguir siendo semejantes, en diversidad belleza y variedad a los boques de ayer y esto se logrará en la medida del convencimiento que tengamos de que, conservación y supervivencia, son una misma cosa. Afirmo: el porvenir de los bosques está tanto en nuestro corazón como en una decidida voluntad de acción para contribuir a que los bosques de hoy sigan siendo semejantes a los de ayer, a los bosques de siempre.
Cómo forrarse y no entenderlo | Gustavo Duch
Piense que usted es el dueño de Cargill, la mayor empresa privada norteamericana que controla –más o menos- la mitad de la comercialización de granos del mundo, y llega el fin del mes. -¡Que lata, otra vez a reunirme con los contables –pensará- para que me cuenten cifras y datos que apenas entenderé, en lugar de estar montando a caballo en el Club. Enciende el puro, se sienta en su despacho y manda llamar al Jefe de Cuentas. Más o menos le explicaría algo así:
-Buenos días Sr. Cargill, aquí le traigo las cuentas que ya han pasado las auditorías correspondientes. En primer lugar quiero felicitarle por su exitosa gestión. Observe, en primer lugar, que en los últimos seis meses hemos alcanzado un beneficio neto de 2.370 millones de dólares…prácticamente la misma cifra que todo el ejercicio anterior. A este ritmo podemos alcanzar unos beneficios record…
-Y eso, -dice usted mirando al infinito, porque no sabe aterrizar el dato- ¿será mucho dinero, no?
-Pues mire, con esos beneficios podríamos asegurar uno de los objetivos del milenio nosotros solitos: la educación de todas las niñas y niños. ¿No está mal, verdad?
-Nada mal, desde luego, y dígame, -dice usted sin perder la compostura poniendo cara de erudito- ¿y cómo ha sido posible si son los meses de la crisis alimentaria?
-Precisamente. Fíjese en esta partida llamada ‘Beneficio netos de la explotación’. Es decir, como somos una empresa comercializadora de grano, -le cuenta el contable- es la partida donde se recogen los datos de nuestra explotación, comprar y vender grano. Ahí hemos tenido unos beneficios altísimos comparados con los del año pasado. Con la crisis alimentaria el precio de los cereales ha subido brutalmente y ese margen es todo para nosotros. Es un éxito, por un lado, de nuestro Departamento de Marketing, que ha colaborado en generar la sensación de falta de alimentos; del Departamento de Biocombustibles…que venden sin parar; y por otro lado del Departamento de Soja, que en momentos clave ha retenido producto en los almacenes para hacer subir su precio…todo lo que su abuelo ya nos enseñó, llevado a la práctica milimétricamente.
-Sí claro, las tácticas del abuelo, siga por favor.
-En el capítulo de ‘Ingresos Extraordinarios’, son otra vez eso, extraordinarios.-dice el contable con una risita tonta.- Pero ya sabe usted que se llaman así, no por la cantidad, sino porque no se corresponden a nuestra actividad habitual. Aquí, básicamente contabilizamos todos los beneficios que nuestras divisiones Cargill Risk Management y Black River Asset Management logran especulando con el comercio ficticio de granos. ¡Qué gente más astuta! Al manejar información clave de la oferta y la demanda de cereales, son los que más preparados están para ganar dinero en el mercado de futuros, en la bolsa de Chicago. ¡Ya sabe, eso fue cosa de su querido padre!
Y usted extrañado hará una pregunta ingenua. -¿Pero el G20 no quería poner coto a la especulación financiera con alimentos? –Ja,ja- ríe el contable- ahí quien estuvo sensacional fue su primer vicepresidente, el Sr. Paul Conway, cuando en unas declaraciones previas a la reunión del G20 dijo literalmente «los especuladores son siempre un blanco fácil, pero los especuladores no causaron que los precios de los alimentos se dispararan en la segunda mitad de 2010. Entre más haya diferentes tipos de jugadores tratando de utilizar los mercados de derivados, más se refleja el verdadero precio de las mercancías. La culpa se debe restringir al mal tiempo y a los desastres naturales».
-Por último –le señala el contable unos números en rojo- verá que en gastos también tenemos una partida extraordinaria….se trata de un donativo para ayudar a África. -Perfecto, -respira Usted- eso me parece muy bien, pero sobretodo que sea dinero que llegué a la población.
-Claro, no se preocupe, estamos en contacto con la organización benéfica de Bill Gates que impulsa la agricultura industrializada en esas tierras… seguro que algún día –sentencia el contable con su jerga propia- tendremos retorno financiero.
-Buenos días Sr. Cargill, aquí le traigo las cuentas que ya han pasado las auditorías correspondientes. En primer lugar quiero felicitarle por su exitosa gestión. Observe, en primer lugar, que en los últimos seis meses hemos alcanzado un beneficio neto de 2.370 millones de dólares…prácticamente la misma cifra que todo el ejercicio anterior. A este ritmo podemos alcanzar unos beneficios record…
-Y eso, -dice usted mirando al infinito, porque no sabe aterrizar el dato- ¿será mucho dinero, no?
-Pues mire, con esos beneficios podríamos asegurar uno de los objetivos del milenio nosotros solitos: la educación de todas las niñas y niños. ¿No está mal, verdad?
-Nada mal, desde luego, y dígame, -dice usted sin perder la compostura poniendo cara de erudito- ¿y cómo ha sido posible si son los meses de la crisis alimentaria?
-Precisamente. Fíjese en esta partida llamada ‘Beneficio netos de la explotación’. Es decir, como somos una empresa comercializadora de grano, -le cuenta el contable- es la partida donde se recogen los datos de nuestra explotación, comprar y vender grano. Ahí hemos tenido unos beneficios altísimos comparados con los del año pasado. Con la crisis alimentaria el precio de los cereales ha subido brutalmente y ese margen es todo para nosotros. Es un éxito, por un lado, de nuestro Departamento de Marketing, que ha colaborado en generar la sensación de falta de alimentos; del Departamento de Biocombustibles…que venden sin parar; y por otro lado del Departamento de Soja, que en momentos clave ha retenido producto en los almacenes para hacer subir su precio…todo lo que su abuelo ya nos enseñó, llevado a la práctica milimétricamente.
-Sí claro, las tácticas del abuelo, siga por favor.
-En el capítulo de ‘Ingresos Extraordinarios’, son otra vez eso, extraordinarios.-dice el contable con una risita tonta.- Pero ya sabe usted que se llaman así, no por la cantidad, sino porque no se corresponden a nuestra actividad habitual. Aquí, básicamente contabilizamos todos los beneficios que nuestras divisiones Cargill Risk Management y Black River Asset Management logran especulando con el comercio ficticio de granos. ¡Qué gente más astuta! Al manejar información clave de la oferta y la demanda de cereales, son los que más preparados están para ganar dinero en el mercado de futuros, en la bolsa de Chicago. ¡Ya sabe, eso fue cosa de su querido padre!
Y usted extrañado hará una pregunta ingenua. -¿Pero el G20 no quería poner coto a la especulación financiera con alimentos? –Ja,ja- ríe el contable- ahí quien estuvo sensacional fue su primer vicepresidente, el Sr. Paul Conway, cuando en unas declaraciones previas a la reunión del G20 dijo literalmente «los especuladores son siempre un blanco fácil, pero los especuladores no causaron que los precios de los alimentos se dispararan en la segunda mitad de 2010. Entre más haya diferentes tipos de jugadores tratando de utilizar los mercados de derivados, más se refleja el verdadero precio de las mercancías. La culpa se debe restringir al mal tiempo y a los desastres naturales».
-Por último –le señala el contable unos números en rojo- verá que en gastos también tenemos una partida extraordinaria….se trata de un donativo para ayudar a África. -Perfecto, -respira Usted- eso me parece muy bien, pero sobretodo que sea dinero que llegué a la población.
-Claro, no se preocupe, estamos en contacto con la organización benéfica de Bill Gates que impulsa la agricultura industrializada en esas tierras… seguro que algún día –sentencia el contable con su jerga propia- tendremos retorno financiero.
Cuidado, lleva una revolución | Gustavo Duch
Desde muchos lugares del planeta están llegando informaciones coincidentes en una misma dirección: parece que se están moviendo piezas para generar un cambio muy drástico en el modelo agrícola actual. Si eso prospera muchas cosas se alterarán, se desorganizarán, pudiendo ser el principio de una revolución en este terreno, mucho más trascendental que aquella llamada ‘revolución verde’. Así que todas aquellas personas que estemos preocupadas por el planeta y su supervivencia –que es la nuestra-, tendremos que estar atentas. Se ruega levanten las antenas y circulen la información que puedan recibir. Más que nunca hemos de saber qué se trama.
Las primeras noticias a las que yo he tenido acceso hablan de una agricultura que produce más comida por hectárea que la agricultura industrial, que tanto nos está alimentado. ¿Será posible aumentar esos índices? Si así fuera, tendríamos un asombroso efecto: podría significar mayor autosuficiencia y mejores ingresos para las familias, pueblos y países que practiquen esta renovada agricultura, lo que llevaría a la ruina o la casi desaparición de las corporaciones de la alimentación. Las pocas y grandes empresas que se han mantenido en los primeros puestos de venta (y control) de las semillas, genética animal, fertilizantes, pesticidas… no podrán competir contra un agricultura que –dicen- es funcional con semillas autóctonas y tradicionales, recuperando y revalorizando razas autóctonas más fuertes y rústicas, que no utiliza química para sus labores y, ¡magia potagia! no depende del petróleo.
Se ha filtrado también que detrás de esta agricultura están las y los pequeños campesinos. Que son ellas y ellos los impulsores, pero como bichos raros que son, no tienen problema alguno en compartir, enseñar y ceder su saber. Es decir, puede ser [y será], el fin de una hegemonía que tiene sedes y poltronas en las universidades, en las escuelas técnicas o en los institutos de investigación.
Algunas prestigiosas organizaciones especializadas en analizar los impactos de la agricultura, pesca, ganadería…en fin, todo el sistema alimentario actual, -de escondidas o disimulando- han analizado esta forma de producir y distribuir alimentos, llegando a dos conclusiones, de nuevo, colosales. Por un lado han corroborado que «mientras el modelo alimentario global actual es responsable de más de la mitad de emisiones de CO2 que asfixian la atmósfera», ésta otra se maneja con métodos y procesos capaces de almacenar más CO2 del que emiten. Vamos, una agricultura, que abre las ventanas y enfría el planeta además de ser mucho más adaptable a los venideros cambios climáticos.
Y por otro, han podido estudiar que al igual que la agricultura industrial o convencional con sus excesos químicos, hormonales y artimañas varías, tiene efectos preocupantes sobre la salud de quienes trabajan con ella y de quienes nos alimentamos de ella, esta agricultura revolucionaría sólo es rica en calidad, frescura y salubridad.
¿Será por todo esto que quieren ocultarla, desprestigiarla y boicotearla? La agroecología, que así se la conoce, sabe de virtudes muy poco apreciadas por el paladar capitalista: reduce el consumo de agroquímicos, conserva y difunde material genético y depende del saber campesino. Nada con lo que enriquecer bolsillos.
Ya lo saben, que corra la voz, y estemos preparados. Nos incumbe.
Las primeras noticias a las que yo he tenido acceso hablan de una agricultura que produce más comida por hectárea que la agricultura industrial, que tanto nos está alimentado. ¿Será posible aumentar esos índices? Si así fuera, tendríamos un asombroso efecto: podría significar mayor autosuficiencia y mejores ingresos para las familias, pueblos y países que practiquen esta renovada agricultura, lo que llevaría a la ruina o la casi desaparición de las corporaciones de la alimentación. Las pocas y grandes empresas que se han mantenido en los primeros puestos de venta (y control) de las semillas, genética animal, fertilizantes, pesticidas… no podrán competir contra un agricultura que –dicen- es funcional con semillas autóctonas y tradicionales, recuperando y revalorizando razas autóctonas más fuertes y rústicas, que no utiliza química para sus labores y, ¡magia potagia! no depende del petróleo.
Se ha filtrado también que detrás de esta agricultura están las y los pequeños campesinos. Que son ellas y ellos los impulsores, pero como bichos raros que son, no tienen problema alguno en compartir, enseñar y ceder su saber. Es decir, puede ser [y será], el fin de una hegemonía que tiene sedes y poltronas en las universidades, en las escuelas técnicas o en los institutos de investigación.
Algunas prestigiosas organizaciones especializadas en analizar los impactos de la agricultura, pesca, ganadería…en fin, todo el sistema alimentario actual, -de escondidas o disimulando- han analizado esta forma de producir y distribuir alimentos, llegando a dos conclusiones, de nuevo, colosales. Por un lado han corroborado que «mientras el modelo alimentario global actual es responsable de más de la mitad de emisiones de CO2 que asfixian la atmósfera», ésta otra se maneja con métodos y procesos capaces de almacenar más CO2 del que emiten. Vamos, una agricultura, que abre las ventanas y enfría el planeta además de ser mucho más adaptable a los venideros cambios climáticos.
Y por otro, han podido estudiar que al igual que la agricultura industrial o convencional con sus excesos químicos, hormonales y artimañas varías, tiene efectos preocupantes sobre la salud de quienes trabajan con ella y de quienes nos alimentamos de ella, esta agricultura revolucionaría sólo es rica en calidad, frescura y salubridad.
¿Será por todo esto que quieren ocultarla, desprestigiarla y boicotearla? La agroecología, que así se la conoce, sabe de virtudes muy poco apreciadas por el paladar capitalista: reduce el consumo de agroquímicos, conserva y difunde material genético y depende del saber campesino. Nada con lo que enriquecer bolsillos.
Ya lo saben, que corra la voz, y estemos preparados. Nos incumbe.
La mordida | Gustavo Duch
Eran los años de la posguerra, del hambre y el trapicheo. Pero eran sus años de infancia, no tenía otros y no podía escoger.
En el pueblo el futuro tenía un color muy apagado y como tantas otras familias marcharon hacia la capital, publicitada como el progreso y el desarrollo. Allí tampoco estaban fáciles las cosas, y aunque pareciera imposible, la vida se las ingenió para complicarse un poco más. No sólo faltaba el trabajo sino que faltaba la familia a la que acudir o el huerto que cultivar.
Se buscaron mil maneras de salir adelante hasta que atinaron con una que les permitió buenos años de trabajo: fueron comercializadores de proteína animal, de calidad y barata. Gracias a sus contactos se hacían traer huevos del pueblo, que de uno en uno, o de docena en docena, vendían en los barrios más humildes de la ciudad. Con la ayuda de Nano, el burro que tiraba del carro; y del carro que cargaba vendedor y huevos.
El día que el padre enfermó le pidió que se encargara del negocio, que no era complicado, que tu deja que Nano te lleve, que él sabe de esto, que dónde se pare allí será que tienes que bajar a entregar los huevos y cobrar. Que no tendrás problema -fue todo lo que le explicó.
Así, de la noche a la mañana dejó la infancia para convertirse en empresario de la agroindustria. Con un burro como maestro y un carro como tecnología.
Todo parecía salir como le habían indicado. En los subes y bajas del barrio de el Polvorín, Nano ejercía perfectamente su papel. Frente a las puertas donde el burro se detenía, siempre salía una señora o un señor interesado en su mercancía. Eran ventas concertadas y aseguradas.
Frente a una casa -que también hacia las veces del comercio para el barrio- el burro se paró, y apareció el dueño interesado en 10 docenas de huevos. Rápidamente se cerró el trato. Pero Nano no arrancó su marcha habitual. Tozudo y emburrado no quería moverse, mientras en el dintel del comercio-vivienda, el comprador de huevos no podía dejar de sonreír.
-Tu socio espera su ‘margen comercial’ -dijo mostrando una zanahoria en su mano. Eran tiempos de ‘mordidas’, de estraperlo alimenticio. Pero todo ha cambiado, y ahora, las mordidas son a gran escala, son especuladores profesionales, que de las zanahorias hacen oro. Por cada uno de sus mordiscos, miles de seres humanos se quedan sin comer.
En el pueblo el futuro tenía un color muy apagado y como tantas otras familias marcharon hacia la capital, publicitada como el progreso y el desarrollo. Allí tampoco estaban fáciles las cosas, y aunque pareciera imposible, la vida se las ingenió para complicarse un poco más. No sólo faltaba el trabajo sino que faltaba la familia a la que acudir o el huerto que cultivar.
Se buscaron mil maneras de salir adelante hasta que atinaron con una que les permitió buenos años de trabajo: fueron comercializadores de proteína animal, de calidad y barata. Gracias a sus contactos se hacían traer huevos del pueblo, que de uno en uno, o de docena en docena, vendían en los barrios más humildes de la ciudad. Con la ayuda de Nano, el burro que tiraba del carro; y del carro que cargaba vendedor y huevos.
El día que el padre enfermó le pidió que se encargara del negocio, que no era complicado, que tu deja que Nano te lleve, que él sabe de esto, que dónde se pare allí será que tienes que bajar a entregar los huevos y cobrar. Que no tendrás problema -fue todo lo que le explicó.
Así, de la noche a la mañana dejó la infancia para convertirse en empresario de la agroindustria. Con un burro como maestro y un carro como tecnología.
Todo parecía salir como le habían indicado. En los subes y bajas del barrio de el Polvorín, Nano ejercía perfectamente su papel. Frente a las puertas donde el burro se detenía, siempre salía una señora o un señor interesado en su mercancía. Eran ventas concertadas y aseguradas.
Frente a una casa -que también hacia las veces del comercio para el barrio- el burro se paró, y apareció el dueño interesado en 10 docenas de huevos. Rápidamente se cerró el trato. Pero Nano no arrancó su marcha habitual. Tozudo y emburrado no quería moverse, mientras en el dintel del comercio-vivienda, el comprador de huevos no podía dejar de sonreír.
-Tu socio espera su ‘margen comercial’ -dijo mostrando una zanahoria en su mano. Eran tiempos de ‘mordidas’, de estraperlo alimenticio. Pero todo ha cambiado, y ahora, las mordidas son a gran escala, son especuladores profesionales, que de las zanahorias hacen oro. Por cada uno de sus mordiscos, miles de seres humanos se quedan sin comer.
Tal como lo cuento | Gustavo Duch
Me dicen desde las asociaciones de pesca artesanal de Galicia que las multinacionales de la salmonicultura quieren desembarcar frente a sus rías. ¿Empresas que llevan salmones a la escuela? ¿Instituciones que investigan el comportamiento de estos peces saltarines que remontan ríos? No, es sólo un palabrejo para confundir de lo que es una barbaridad ecológica y social. Y yo, aunque estas asociaciones y cofradías se lo saben todo, les cuento el cuento de lo que podría pasar. Sólo porque ya ha pasado.
-Mientras los gobernantes os discursean los beneficios de esta nueva industria, puestos de trabajo que se crearán….ya habrán otorgado permisos, licencias y quizás subvenciones para que todo vaya viento en popa. Primero llegarán los barcos que instalarán, frente a las mejores rías, sus mazmorras portátiles. Y en un plis-plas estarán repletas de salmones alevines, prisioneros de un falso progreso.
Tal vez, unos años las cosas marchen bien para las empresas que venderán salmones a toda Europa y por qué no, a un Japón recuperado. Y los políticos os refregarán por la cara el fatalismo exhibido en vuestras manifestaciones.
Pero en ese tiempo la contaminación de los excrementos salmoniles, de los antibióticos y otros productos con que remediarán sus enfermedades, liberados en el mar, provocarán problemas a actividades sostenibles como la pesca artesanal y la recolección de las y los mariscadores. Serán tantos los salmones cosechados que se instalarán –porque la necesidad de un buen negocio apremia- plantas de elaboración de harinas de pescado, cerca de playas y enclaves naturales.
Ocurre que tantos salmones apilados es el escenario perfecto para la replicación de virus (¿cómo llamaremos a la gripe del salmón?) o de parásitos como el piojo de mar, provocando muchas defunciones por pulmonía o prurito. Para que en paz descansen, sepan, que se instalarán en sus paísajes, humeantes incineradoras de salmones, donde darles el último adiós.
Y tengan por seguro que bien si es por ‘causas naturales’ o por ‘crisis coyunturales’, cuando llegue la caída de las ventas del salmón, las empresas le echaran cuento, y el gobierno de turno propondrá a ustedes todos los esfuerzos fiscales posibles, para «salvaguardar una emblemática industria gallega». Que entonces vivirá del cuento.
Así, tal como lo cuento
-Mientras los gobernantes os discursean los beneficios de esta nueva industria, puestos de trabajo que se crearán….ya habrán otorgado permisos, licencias y quizás subvenciones para que todo vaya viento en popa. Primero llegarán los barcos que instalarán, frente a las mejores rías, sus mazmorras portátiles. Y en un plis-plas estarán repletas de salmones alevines, prisioneros de un falso progreso.
Tal vez, unos años las cosas marchen bien para las empresas que venderán salmones a toda Europa y por qué no, a un Japón recuperado. Y los políticos os refregarán por la cara el fatalismo exhibido en vuestras manifestaciones.
Pero en ese tiempo la contaminación de los excrementos salmoniles, de los antibióticos y otros productos con que remediarán sus enfermedades, liberados en el mar, provocarán problemas a actividades sostenibles como la pesca artesanal y la recolección de las y los mariscadores. Serán tantos los salmones cosechados que se instalarán –porque la necesidad de un buen negocio apremia- plantas de elaboración de harinas de pescado, cerca de playas y enclaves naturales.
Ocurre que tantos salmones apilados es el escenario perfecto para la replicación de virus (¿cómo llamaremos a la gripe del salmón?) o de parásitos como el piojo de mar, provocando muchas defunciones por pulmonía o prurito. Para que en paz descansen, sepan, que se instalarán en sus paísajes, humeantes incineradoras de salmones, donde darles el último adiós.
Y tengan por seguro que bien si es por ‘causas naturales’ o por ‘crisis coyunturales’, cuando llegue la caída de las ventas del salmón, las empresas le echaran cuento, y el gobierno de turno propondrá a ustedes todos los esfuerzos fiscales posibles, para «salvaguardar una emblemática industria gallega». Que entonces vivirá del cuento.
Así, tal como lo cuento
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