Requiem por el solitario George | Rosa Tristán

Cuando el ‘Solitario George’ nació, hace más de 100 años, el mundo era mucho más grande. Nadie supo entonces que en una diminuta isla del Pacífico rompía el cascarón la que sería la última tortuga gigante de la subespecie ‘Chelonoidis nigra abingdoni’. Su muerte, sin embargo, no ha tardado más de unas horas en ser global en un mundo que ha ‘empequeñecido’ a medida que se hacía ‘global’.

El luto en la Fundación Charles Darwin de las Islas Galápagos, en cuyas instalaciones vivió los últimos años intentando reproducirse, no es sólo por su pérdida. Lo es porque ya son sólo siete las subespecies de tortugas gigantes que sobreviven en ese espacio único (y hubo un tiempo que eran 14), porque cuando el ‘Solitario George’ nació había 200.000 ejemplares similares en su isla y hoy no llegan a 20.000, porque en su caso, como en muchos otros, no funcionó la reproducción dirigida científicamente y, lo peor, porque los humanos seguimos sin querer comprender que cada ser vivo que desaparece nos deja más solos.

Nunca estuve en Las Galápagos. Aún sin ‘George’, es de los pocos sitios donde los esfuerzos de conservación han logrado aumentar las poblaciones de tortugas terrestres, que llegaron a ser sólo 3.000 hace unas décadas. Pero en Tortuguero (Costa Rica), pude comprobar como los mismos turistas que pagan y se emocionan por ver hacer su nido a una tortuga marina carey (‘Eretmochelys imbricata), al día siguiente compran pulseras hechas con su caparazón, o una peineta. Son los mismos que tiran plásticos al mar, que luego estos animales confunden con las medusas que les alimentan, causándoles y la muerte. Los mismos que se olvidan de que la luz de sus casas junto a las playas, les impide salir a desovar.

En Boavista (Cabo Verde) un proyecto científico español, del CSIC y la Universidad de Las Palmas, ha trabajado durante años para evitar la caza y la destrucción de los huevos de tortugas bobas (‘Caretta caretta’). Es una especie totalmente desaparecida en España.

Ver nacer miles de diminutas ‘tartarugas’ es un espectáculo fascinante. Saber que sólo una de cada 1.500 llegará a adulta, no amilana a los voluntarios que, pacientemente, rescatan los huevos de lugares de riesgo y los protegen antes de eclosionar. Esa labor, que exige patrullar noche tras noche las largas playas africanas, ya se ha visto recompensada: este año ha descendido la mortalidad de las tortugas bobas, tras años de trabajo y sensibilización de la población local. Adolfo Marco, uno de los responsables del proyecto, del CSIC, recordaba hace unos días que en 2007 en esas playas se cazaron más de 1.200 hembras. El año pasado fueron 55.

Algunas de las recién nacidas caboverdianas se soltaron en 2007 en Fuerteventura y Almería, con el ánimo de introducir la especie de nuevo en las costas españolas. Se sabe que, cuando sean adultas, volverán al lugar del que salieron para dejar sus huevos. Pero pasarán años antes de saber si esas pequeñas crías vuelven a las playas, si es que antes no tropezaron con un cazador, un anzuelo, redes y palangres de pesca o con una medusa plastificada. Por ello, conservar y promover medidas para que los mares y las tierras no vacíen de especies que viven en tan delicado equilibrio es ya una urgencia. La muerte del ‘Solitario George’ es un toque de atención para no ser un día los ‘Solitarios humanos’.

Empleo en el medio rural: una alternativa real | Gonzalo González

 
Recientemente el Congreso de los Diputados español ha convalidado la ley express para facilitar el emprendimiento. Esto simplificará los procedimientos y agilizar los trámites para montar un pequeño negocio, algo muy necesario si tenemos en cuenta que según los datos del informe Doing Bussines de 2011, nuestro país es en el que más tiempo se tarda en cumplir con los trámites y procedimientos necesarios para poder abrir una empresa: 47 días y unos costes medios de tramitación de 600€. Los estados miembros de la UE donde menos tiempo hay que invertir para abrir un negocio son Portugal, Italia, Eslovenia y Dinamarca, con 6 días.

Es necesario simplificar y aclarar que ha día de hoy es más sencillo montar un negocio, y para ello existen distintas herramientas y entidades que trabajamos para esto sea así.

Actualmente hay unos 150 Puntos de Asesoramiento e Inicio de Tramitación (Pait) distribuidos en trece comunidades autónomas y desde aquí rellenando el Documento Único Electrónico (DUE) se puede crear una empresa en un día con unos costes de tramitación de 100€.

Desde la Fundación estamos enseñando que elaborar un plan de negocio, tener en cuenta aspectos de marketing y comercialización, saber lo que es el coaching y otros conceptos empresariales (que parecen muy fríos), no está reñidos con la conservación de la naturaleza y así surge nuestra iniciativa Emprender para Conservar. Hasta ahora hemos ayudado a más de 700 personas y creado entre todos 16 nuevos puestos de trabajo directos.

Entendemos que no puede existir un desarrollo ilimitado a costa de la explotar todos nuestros recursos naturales hasta el extremo de que desaparezcan. En palabras del propio Dr. Félix Rodríguez de la Fuente: ”La Catedral de León o las Pirámides de Egipto las podemos destruir cuando queramos, todo es cuestión de dinamita y reconstruirlas cuestión de tiempo; pero cuando desaparece una sola especie animal, la hemos perdido para siempre, porque crear sólo Dios puede hacerlo.” 

Los seres humanos no crecemos indefinidamente, llega un momento en el que hay que dejar de crecer para desarrollarse, enriquecerse, aprender, colaborar y apoyarnos, pero parece que vamos cada uno por un lado sin un rumbo determinado y con la única idea cortoplacista de ganar mucho dinero.

El medio rural se perfila como una alternativa real, y no sólo para desconectar el fin de semana o en verano, sino como un lugar adecuado para vivir y trabajar.

Según la legislación, más del 80% de nuestro territorio es considerado como medio rural y tan sólo acoge a un 17% de la población, es decir, vivimos aglomerados en las ciudades. Paradójicamente dicha población depende del medio rural y si se facilitara información sobre la búsqueda de alojamiento y de empleo en dichas zonas se podría en marcha una revitalización de dichas zonas de manera efectiva. Nosotros lo hemos comprobado.

Volviendo a citar a Félix Rodríguez de la Fuente debemos recordar que “somos una especie más, distinta pero una especie más”, y como tal tenemos un impacto en el medio, que no siempre es negativo. Debemos estar agradecidos por el manejo que han hecho nuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos de los territorios, ya que eso es lo que ha conseguido hacer que aproximadamente el 28% de España cuente con alguna figura de protección de la naturaleza reconocida o bien internacionalmente (Reservas de la Biosfera) o bien a nivel europeo (Red Natura 2000) o nacionalmente (Parque Nacionales).

Tras las huellas de Félix: La experiencia del primer viaje | Fernanda Serrano

La sabana de los países del África oriental, son el santuario de fauna más importante de nuestro planeta, y Félix lo sabía.

Con el objetivo de revivir una experiencia en África acompañados por la experiencia de Félix en sus años como guía de safaris fotográficos y su posterior trabajo científico en esas maravillosas tierras, la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente inició un nuevo proyecto en 2009 basado en la organización de viajes a la sabana africana de Kenya y Tanzania apoyados en los fondos audiovisuales y escritos del propio Félix.

Recorrer África como lo hizo Félix y en su constante compañía, ver con nuestros ojos lo mismo que Félix vio, experimentar la misma sensación de aventura que acompañó a Félix durante sus viajes, dejarnos cautivar por África tal y como le ocurrió a él.

Ese primer viaje tuvo lo que tiene siempre la primera vez, el no saber como se desarrollarán los acontecimientos, el no conocer a tus compañeros de viaje, el esperar lo inesperado, la sensación de aventura, de la ausencia de un destino claro, el que el tiempo carece entonces de sentido y que lo apasionante es todo lo que pasa ante nuestros ojos sin esperar ver nada en concreto, dejarse invadir por la luz, los olores, la música, el horizonte inmenso, la gente…y dormir en lo más salvaje, en lo más alejado y distinto del mundo que conocemos.

Y todo ello arrullados por la voz lejana de Félix, que en segundos se hace presente como si estuviera sentado con nosotros en aquel inmenso camión con el que recorrimos de norte a sur y en diez días de viaje el país de Kenya, desde Samburu a Masai Mara, pasando por lagos y montañas, por bosques y sabanas, del calor más sofocante al frío más inesperado, de los búfalos a las jirafas, de los leones a los papiones, del río a la montaña, de los Pokot a los Masai…de la realidad a un sueño que acaba acompañando para siempre a cualquiera que vaya a este continente, igual que a Félix.

Una experiencia irrepetible, recomendable. Si viajar a la naturaleza es de por si apasionante, hacerlo de la mano de Félix, no tiene precio. Así que a todos aquellos que están pensando en ir a África a y conocer la sabana de su parte más oriental, les recomiendo que se dejen acompañar por el mejor de los guías, por el mayor aventurero, por el amante del hombre y de la naturaleza…, les recomiendo que viajen con Félix.

Madrid vs Barcelona, un nuevo reto | Gustavo Duch

En España asistimos a una nueva competencia Madrid vs Barcelona. No es la liga de futbol ni la del baloncesto, ni la distinción por ser Capital Verde Europea. Las dos ciudades compiten estos días por recibir entusiasmadísimas e impacientes la edificación de un complejo turístico y de juego que quiere ser réplica de Las Vegas. A falta de ubicación el bautizo ya se ha oficiado: EUROVEGAS.

Un nuevo duelo de nuestra clase política que, envidiosa de ronaldos y messis, se imaginan en las telenoticias con tijeras doradas cortando cintas inaugurales (costumbre también de viejos dictadores que nunca pasan de moda), pronunciando discursos grandilocuentes con fuegos artificiales de fondo mientras el público aplaudimos sus genialidades. Igual en Madrid que en Barcelona, pues de partidos políticos diferentes, sueñan sueños iguales

¿Los motivos de tal proyecto? En un admirable ejercicio de imaginación el Mausoleo Las Vegas vendrá a rescatarnos de la crisis, a inyectar fondos a las arcas públicas y generar empleo directo para 200.000 personas y 100.000 más en indirectos. Una lluvia de dólares, que llegaría como un regalo envuelto en progreso que sólo los falsos progresistas ―dicen― se atreven a cuestionar.

Pues sí, cuestionemos ¿falsos progresistas o falso progreso? Porque más y más rascacielos para jugar a tocar el cielo es progresar a peor. Lo sabemos, científicamente está probado que el crecimiento perpetuo sólo lleva al abismo. Cuando las visiones más visionarias (y el sentido común con más sentido) nos presenta alternativas al crecimiento sin ton ni son, Madrid y Barcelona se ciegan por una inversión al estilo del Viejo Oeste. Cuando el ciclo capitalista está acabando, Madrid y Barcelona quieren ser su capital, sin entender que la agraciada será un simple cementerio.

También la Historia con su particular mano dura desmonta estos mitos y ensoñaciones. Setenta años después de la construcción de Las Vegas, el estado que la resguarda, Nevada, ocupa las últimas posiciones en calidad escolar, en salud de su ciudadanía y en proporción de jóvenes con título universitario de la Unión. En cambio, es abochornada medalla de oro en desocupación y paro, medalla de plata en ejecuciones hipotecarias y medalla de bronce en crímenes.

El Capital inversor ya ha exigido modificaciones en las leyes laborales y de fiscalidad. Como buenos tahúres en la primera mano han empezado muy fuerte, con un gran farol: ¡centenares de miles de puestos de trabajo!, cuando en realidad serán pocos, precarios y sin futuro. Y como los libros de cuentas los llevará el contable de Al Capone, tienen que hacerse algunos retoques jurídicos para facilitar su trabajo. Efectivamente, como en el Viejo y lejano Oeste, la ciudad elegida deberá de ser ciudad sin Ley.

¿Y por qué España? Dicen que por el buen clima y el buen trato, y es cierto. Aquí y ahora con las arcas del Estado en subasta especulativa, el clima para estos negocios de casino es el mejorcito. Y el buen trato deparado a timadores y tramposos se cuenta en las guías turísticas como algo digno de conocer.

La candidatura de Barcelona, además y loquita por agradar, ha ofrecido en la permuta 250 hectáreas de sus mejores terrenos agrícolas periurbanos en el Delta del Llobregat. Lo vocean nuestros representantes políticos ―”se cambia paraíso agrario con sus payeses y payesas, por un paraíso fiscal de evasores de impuestos y las cartas marcadas”. Una mala jugada, porque sustituir alcachofas, zanahorias o puerros por campos de golf, ruletas y macrosalas de eventos puede parecer adelanto, pero es sólo un comic de ciencia ficción.
Pero Sr. Sheldon Adelson, propietario de estos negocios, ―inversiones, dice la clase política española que le está cortejando, -sepa que le esconden una información clave a la hora de tomar su decisión. La población de Madrid y Barcelona no son títeres de sus administraciones y su iniciativa desafía a un invencible ejército de cucarachas que de un proyecto de precariedad laboral, injusticia fiscal, destrucción ambiental y desigualdad social, hará un sueño imposible.

Los diccionarios de una nueva humanidad ya tienen las primeras galeradas. «Casino: dícese del hábitat natural del Capitalismo, donde anidaban especuladores, derrochadores, estafadores y otros pájaros extintos».

La FAO y el acaparamiento de tierras | Vicent Boix

 
Si hay un negocio que tiene el futuro garantizado, no es otro que el de la alimentación. Se puede prescindir de todos los objetos que nos rodean y que supuestamente nos hacen la vida mejor, sin embargo, llenar el estómago siempre será una obligación. Así lo han entendido esas pocas multinacionales que controlan el comercio de alimentos y los inversionistas que han volcado su dinero en los mercados agrícolas.

 Pero en la búsqueda frenética de oportunidades dentro del agronegocio, se ha extendido el “acaparamiento de tierras”, en el que inversores, empresarios, estados, etc. están adquiriendo millones de hectáreas en diferentes países, sobre todo en los africanos, desde los subsaharianos hasta los mediterráneos. Algunos buscan especular con las tierras, otros sembrar agrocombustibles para los países ricos, y otros aprovechar el agua y la tierra ajena para cultivar alimentos y luego exportarlos a sus naciones.

Sea como sea, algunos cálculos ya establecen que en África se han tramitado proyectos por una extensión total de 67 millones de hectáreas (la superficie conjunta de Italia y Alemania). Los atropellos se han sucedido sin parar y aquellos maravillosos beneficios que gozarían los pueblos que se amoldarían a la nueva inversión agrícola, se han quedado en papel mojado. De esta forma, las personas desalojadas de sus tierras se cuentan por decenas de miles. Además se han reportado expulsiones violentas, encarcelamientos, procesos judiciales contra campesinos, precariedad laboral en los nuevos proyectos agrícolas, acaparamiento de otros recursos naturales como el agua, deforestación de bosques, alteración de cauces en ríos, etc.

A pesar de estos hechos, la FAO, como buena hija de Naciones Unidas, acoge todo tipo de ideas por muy contradictorias que puedan ser entre ellas. Por ejemplo, ante la reciente crisis alimentaria en Sudán del Sur, el responsable de este organismo en el país africano manifestaba que “Hay que lograr que las familias tengan en primer lugar acceso rápido a alimentos inocuos y nutritivos, así como a otras necesidades básicas (…) Podemos hacerlo ayudando a la gente a retomar las actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de subsistencia”.

La realidad es que si se quiere ayudar a la gente a retomar sus actividades agrícolas, habrá que garantizar las tierras, las aguas y los recursos económicos. Por eso este escenario propuesto por el responsable de la FAO en Sudán del Sur, choca de frente con el masivo acaparamiento de tierras en el continente, que está ayudando a la gente a abandonar las actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de subsistencia. 

Sin embargo y a pesar de la gravedad de los hechos, la FAO también apoya sin titubeos el acaparamiento de tierras. Junto al Banco Mundial o el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, trabaja en los “Principios para una inversión agrícola responsable”. Como se desprende del propio título, para estos organismos el acaparamiento de tierras es una inversión que para las naciones empobrecidas deparará, supuestamente, ciertos beneficios como puestos de trabajo, transferencia tecnológica, infraestructuras rurales, seguridad alimentaria, etc. En general, el brazo filantrópico y propagandístico de la nueva inversión agrícola, no ofrece nada que no se haya escuchado mil veces para justificar la inversión extranjera en general, y nada que no se escuchará por ejemplo hace un siglo, cuando ciertas transnacionales fruteras transformaron estados independientes centroamericanos en “repúblicas bananeras”. A día de hoy y como se decía antes, los atropellos y las expulsiones se imponen a las benevolencias.

¡Pesca-loca! | Gustavo Duch

En abril del 2011 un equipo científico de EEUU, Australia y China ofrecieron un resultado sorprendente: si alimentas a las truchas arcoíris con piensos compuestos de carne de pollos y huevos, crecen hermosos como si eso fuera su dieta habitual, o mejor. También se calificó de avance, unos años antes, cambiar la ideología vacuna. Si todas ellas siempre quisieron y fueron vegetarianas, se les forzó a alimentarse de subproductos cárnicos. Del vegetarianismo al canibalismo, sin comerlo ni beberlo. Y claro está que se volvieron locas; por no llorar, fue su forma de protestar.

Sin necesidad de animales transgénicos, ni del Dr. Frankestein, podrán pescarse truchas multicolores que cantan al amanecer, incuban sus huevos y aprenden a revolotear. Y les llamaremos las truchas majaretas, cuando sólo querrán escapar de un Planeta de locos.
Las vacas comían vacas y las truchas comerán pollos. Luego nos dirán que los animales se vuelven locos. ¿No será que será que fue el ser humano productivista y sabelotodo quien perdió la cabeza?

En Galicia las asociaciones de pesca artesanal quieren desmentir esta afirmación y trabajan por dignificar a nuestra especie animal. Por eso niegan el progreso que les ofrecen: criar salmones enjaulados en sus rías para vender allende los mares. Al ver llegar el primer barco encargado de instalar las jaulas-balsa, cientos de pequeños navíos, barcas de pesca artesanal y hasta colchonetas inflables y patines de playa zarparon como un ejército de mosquitos a detener al monstruo. Hasta hoy. Son mosquitos perseverantes.
Los salmones cautivos comen y cenan de lunes a domingo. Las mangueras les disparan harinas de pescados de clases inferiores. La aristocracia del mar alimentada con las mejores ventrescas y lomos del proletariado espinoso.

Existen dos líneas de investigación para el abaratamiento de costes, darles soja cual vaquitas en el monte o darles los despojos sangrientos del matadero. Si funcionan, la aristocracia del primer mundo tendremos salmón para comer y para cenar. Y de lunes a domingo, gracias a una larguísima manguera, que va del Sur al Norte.
Las batas blancas del Instituto Nacional de Investigación en Nutrición y Productos del Mar de Noruega son las encargadas de saber qué pasa con salmones engordados con esa soja vegetariana. Y resulta que –tan sana como la pintan- su sangre y sus hígados, se hacen almacenes de grasa que les provoca problemas cardíacos y de diabetes. No es tan raro, como los humanos sin moverse del sofá, son ‘enfermedades del estilo de vida’.
Los escualos, tiburones comestibles, pueden contribuir al progreso de la humanidad. No por sus aletas, no por su carne, ni por protagonizar películas, sino –según el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo- por su hígado, un almacén de cinco kilogramos de aceite convertible en biodiesel. Ante la escasez de petróleo, los más modernos autos funcionarán con gasolina de escualos.
Y gentes escuálidas rondarán por todas partes.

La producción de biodiesel con semillas de colza deja unos residuos que los autos no pueden tragar. Esos aceites en el Centro de Proteína para la Acuicultura, un Centro Noruego de Excelencia afiliado a la Universidad de Ciencias de la Vida de Noruega, los sirven como primer plato a las tilapias, unos peces africanos. Si las tilapias no se mueren de diarreas, que eso es lo que estudian, dicen que el hambre africano desaparecerá.

Vamos que cuanto más combustible quememos, más comestibles produciremos. Gordos y motorizados en un Planeta que arderá.

La voracidad europea | Gustavo Duch


El cálculo me dejó helado y [pienso] es incontestable. El periodista ambiental Jordi Bigues me lo explicó: un árbol de cacao produce cada año un kilogramo de cacao procesado, listo para comer. Si el consumo de cacao al año y por personas en el estado español es de 5kg de media, significa que en Costa d’Ivori o en cualquier otro territorio tropical, tengo cinco árboles plantados a mi nombre. Y yo sin saberlo. Si pensamos en el café, otro cultivo tropical, las personas que tomamos un par de tazas diarias tenemos en usufructo 18 cafetales. Amos de una miniplantación.

 En un sistema de comercio perfecto y solidario, con los niveles de consumo equilibrados a las posibilidades de la naturaleza, quizás este uso de tierras ajenas podría ser un simple intercambio beneficiario para consumidor y productor. Pero no es así. Detrás del cacao o del café hay muchas horas de trabajo infantil y salarios de miseria, de seres expulsados de sus tierras y de tierras agotadas de tanto exigirles. Por lo que conocer este dato para productos que sólo algunos países por su clima pueden producir es revelador. Pero ahora que sabemos que la comida que nos llega a nuestras mesas, la madera con la que se fabrican los muebles y desde luego los agrocombustibles con los que pretenden asegurar el llenado de los depósitos de los autos vienen de muy lejos ¿qué pasa si contabilizamos cuantas vacas, cerdos, gallinas, frutales, maizales, pinos, palmas africanas, etc. tenemos en nuestras nóminas agroalimentarias?

Bien, el cálculo ya está hecho. Partiendo del indicador conocido como huella ecológica, que representa «el espacio de Planeta que cada población ‘usa’ para generar los recursos necesarios y para asimilar los residuos producidos» (es decir, una medida que enfrenta consumo y sostenibilidad) aparece ahora un nuevo indicador, la huella del uso de tierra, que se centra en calcular la superficie que requiere una persona o un país para disponer de los productos agrícolas y forestales que utiliza. Igual que la huella ecológica, esta medida nos alerta del sobreuso general al que estamos sometiendo a la tierra; visualiza la injusticia del hambre en países productores de alimentos; y añade, como veremos, un valor de dependencia: con estos cálculos podemos interpretar la actual vulnerabilidad alimentaria a la que ha llegado Europa.

El cálculo de nuestro uso de alimentos, madera o energía es fácil si lo medimos en la cantidad de tierra necesaria para su producción. La superficie, las hectáreas de tierra, es un parámetro que nos permite sumar la tierra dedicada a los cultivos de tomates o pepinos de nuestras ensaladas foráneas –con altas probabilidades que sean tierras propiedad del Rey de Marruecos-; las hectáreas necesarias de soja para el engorde de nuestro platos carnívoros –cien por cien provenientes del latifundismo oligarca sudamericano- o las hectáreas de palma africana –seguramente plantadas en Indonesia o Colombia dejando en el camino graves episodios de violencia- que crecen y explotan para fabricar el llamado biocombustible. Sólo quedan fuera de estos cálculos, lógicamente, los productos marinos, que mediante otras informaciones sabemos que en el caso de Europa provienen en un 70% aproximadamente de mares ajenos.

Como era de esperar los estudios emitidos por la organización Amigos de la Tierra de la huella del uso de la tierra indican que los EEUU están en primer lugar de consumo, con 900 millones de hectáreas para la alimentación de su población. Europa somos los segundos, consumiendo 640 millones de hectáreas de tierra, es decir, Europa utiliza el equivalente a 1,5 veces su propia superficie, convirtiéndonos en el continente más dependiente de la ‘importación’ de tierras. Somos, de hecho, la población que más tierra tomamos prestada (a veces bajo tratados comerciales, a veces por la fuerza de las armas) de otros continentes: un 60% de la ‘tierra consumida en Europa’ es importada.

Los factores que nos han llevado a esta situación son fáciles de descubrir. En primer lugar, unas medidas políticas europeas encaminadas precisamente a esto que ahora detectamos, a comprar la comida fuera despoblando nuestro medio rural; en segundo lugar, el excesivo consumo de carne que se ha ido imponiendo progresivamente desde la agroindustria a la población, que lleva a la necesidad de importar millones de toneladas de cereales y leguminosas para engordar ganado; y en tercer lugar, los criterios políticos de favorecer el agrocombustible como fuente energética.

Muchas consecuencias tiene este modelo alimentario de tierras conquistadas, aunque hoy debemos señalar dos que pueden pasar desapercibidas. Una, Europa es vulnerable alimentariamente hablando. Es decir, no somos para nada autosuficientes y una mala cosecha de soja en Argentina, por ejemplo, puede significar falta de leche, carne o huevos en nuestros supermercados. O una especulación con el valor del maíz en la bolsa de Chicago, como le gusta hacer a Goldman Sachs, por ejemplo, representaría en nuestras balanzas comerciales un incremento en el coste de las importaciones.

Dos, detrás de este modelo de agricultura globalizada y de consumo excesivo está el acaparamiento de tierras que desde hace una década se está extendiendo como una plaga por los países más pobres. Los cálculos indican que una superficie equivalente a la mitad de la tierra fértil disponible en Europa ya ha sido adquirida (a precios de risa, si es que hay precio) por capital extranjero en los mejores lugares de países africanos o sudamericanos. Hoy, el acaparamiento de tierras fértiles en países agrícolas del Sur, es seguramente el mayor responsable de nueva población hambrienta, despojada de su medio de vida.

Para detener dependencia y hambre la ecuación es sencilla: cuidemos a nuestra agricultura local, consumamos con medida lo que las y los pequeños productores locales producen en cada temporada. Todo está conectado.