El juego de Félix | César-Javier Palacios



La reposición en Televisión Española de la serie El Hombre y la Tierra supone un maravilloso ejercicio retrospectivo. ¿Ha cambiado mucho el mundo en los últimos 30 años?
Si comparamos los problemas medioambientales de entonces con los de ahora (destrucción de hábitats, especies en peligro de extinción, venenos, éxodo rural) comprobaremos con tristeza que todo sigue igual o incluso ha empeorado. Y sin embargo, nuestra sociedad actual es muy diferente a la de entonces, ahora mucho más urbana, globalizada y, aparentemente, sensibilizada. ¿Mejor ahora? Hay opiniones para todos los gustos.
Pero volviendo a Félix Rodríguez de la Fuente, resulta sorprendente cómo hemos evolucionado en algo aparentemente tan banal como nuestra actitud frente al televisor. Entonces esa “caja tonta” acaparaba toda nuestra atención pero no como individuos, que es como la consumimos (o nos consume) ahora, sino como grupo familiar. Félix lograba reunir a toda la familia frente a la tele, interactuando con todos y cada uno de nosotros, igual padres, que niños o abuelos. Cada emisión semanal daba luego pie a comentarios llenos de asombro por esa apasionante “aventura de la vida” que los mayores hacían suya recordando su no tan lejana experiencia rural en esos pueblos que con tanto dolor habían abandonado. Concluido el programa, o en las tediosas tardes de domingo, los temas volvían a la mesa durante las largas partidas de cartas o parchís. No había electrónica pero había mucho calor humano. 
Ese apego familiar, ese compartir experiencias, sabidurías, anécdotas frente al televisor, está en mayor peligro de extinción que los linces ibéricos. Pero una vez más Félix puede lograr reunir de nuevo a la familia gracias a la fauna ibérica y a algo tan tradicional como es un juego de mesa.
No sé si lo conocen, pero la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, en colaboración con una empresa juguetera, acaba de poner a la venta “El Juego de Félix Rodríguez de la Fuente”,  una especie de trivial con el que acercar el legado del naturalista a las nuevas generaciones, educándolas en el respeto y el amor a la naturaleza. Porque jugar en familia va más allá de pasar un buen rato juntos e incluso de aprender. Supone una oportunidad para compartir, implica un encuentro y fomenta la unión familiar, la confianza y el afecto.
Como todos los años por estas mismas fechas cercanas a la Navidad, la duda de qué regalar a un niño nos tiene desorientados durante semanas. Por primera vez yo ya sé lo que les voy a comprar a los míos. Ni Game Boy ni Play Station: El juego de Félix. Eso sí, con el compromiso de jugar con ellos y no hacer trampas. Entre otras razones, porque me hace ilusión que Félix vuelva a reunir a mi familia para hablar de bichos. 

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