Cerrado por caos | Gustavo Duch

Las noticias ya no daban cifras del paro, daban cifras de mortalidad infantil; no se hablaba de recortes en sanidad, se huía de las epidemias y se traficaban medicamentos y vacunas; no se protestaba contra los barracones que hacían de escuelas pues mucha gente malvivían en barrancos o vertederos bajo lonas de plástico.

Será terrible, la crisis de la deuda financiera acabará con el Euro como moneda única, y con el dólar y el yen como monedas arrogantes. Volveremos a las monedas nacionales que una a una también irán pereciendo, así que no quedará más que recuperar las monedas locales sin ningún valor en bolsa, los bancos de tiempo o cualquier otra forma de trueque humanizado. Sin dinero, será terrible, y los ricos no serán ricos y los pobres no serán pobres.

Cundirá el pánico, se acabará el petróleo y sus derivados que mueven el mundo, y que por todo el mundo mueven toneladas de mercancías. Se acabarán los viajes low cost, los alimentos exóticos y lamentablemente volveremos al ritmo perezoso de los animales tirando de carros, las bicicletas a pedales o la vela al viento. Sin gasolina, qué miedo, se correrá menos y se respirará mejor.

Quebrarán muchas empresas transnacionales que han apostado fuerte a la globalización. Sin pescanovas, campofrios o monsantos nada habrá en las neveras de mercadonas o walmarts. Cerrado por caos, pondrá en los letreros. Y ¿qué comeremos sin la industria alimentaria? Suficientes, variados, frescos y sanos alimentos que las redes y cooperativas sin lucro proveerán de pequeñas campesinas y campesinos.

El sistema se derrumbará completamente arrastrando con él la sanidad y la educación pública y nos indignaremos con motivo. La vida en las ciudades será complicada. Fábricas desahuciadas, centros comerciales abandonados y los índices del paro subirán y subirán. Sin nada que hacer, se empequeñecerán las ciudades al marchar parte de sus gentes a los pueblos de antes. Con menos urbanidad y más ruralidad se harán economías productivas sencillas y sostenibles, se prestarán servicios comunitarios con las mejores vocaciones ejerciendo, y la comunidad dará respuestas, calor y alegrías.

Nos esperan muchos más sobresaltos. Los asilos no aceptarán almacenar vejez como restos de serie, y se convertirán en universidades de la recuperación del saber. En el espejo nos veremos cambiados porque nos reconoceremos mejor. Y en las calles o comedores populares encontraremos amistades, como el que no quiere la cosa, sin darnos ni cuenta.

El fin de un capitalismo insoportable nos da miedo porque no sabemos (aún) que sin él inventaremos comunitarismos que nos harán vivir mejor.

5 comentarios:

carlos garcía soler dijo...

Excelente reflexión, si el final del capitalismo nos tiene que llevar a una vida mas comunitaria. mas humana, lejos de mundialísmos, de capitalismo salvaje devolviendo al ser humano su dignidad como tal, bienvenido sea

Elis dijo...

Partilho! E faço minhas as palavras do Carlos García Soler.

Primitivista dijo...

¡Ojalá ocurriera mañana mismo! Así, quedarnos dormidos como el Rip van Winkle de Irving y amanecer en ese futuro nada futurista, que me seduce bastante más que el Nescafé que al levantarme tomaré con mis amigas las webs de empleo en el extranjero.

jose fernandez dijo...

Excelente artículo: volveríamos a nuestros auténticos orígenes HUMANOS. Ojala ocurriera así. Hermosa utopía, como la de "LA ISLA" de Aldous Huxley.

Leo dijo...

si, todo muy bonito, pero luego quién es el que se va a poner a trabajar arando el campo, ¿tú? porque yo no, desde luego. Propones que cada uno con su granja y eso es involutivo. Volveremos al Feudalismo, que sí, ahí se vivía mucho mejor, no cabe duda.

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