La dehesa es el bosque culto ibérico | C.J. Palacios

Pocos paisajes forestales en el mundo tienen la inmensa riqueza natural y cultural de las dehesas ibéricas. Entre otras razones, por su maravillosa artificialidad natural.

Dicen los expertos que no se trata de un ecosistema exclusivo. Que es un ecosistema rural. Tienen razón desde el punto de vista botánico, pues en realidad no es sino el resultado artificial de un intenso manejo mixto del bosque mediterráneo realizado por el hombre durante miles de años. Pero qué manejo. Que se lo digan si les parece algo fabricado y prescindible a especies tan en peligro como el lince o el águila imperial, cuyas más importantes poblaciones sobreviven atrincheradas en este singular hábitat; pero que se lo digan también a otros animales como el toro o el cerdo ibérico, mantenedores de una población rural tan atrincherada como el más amenazado de los animales salvajes. Y es que no queda claro si la dehesa depende de los hombres y mujeres que trabajan en ella, o son ellos los que dependen de la extraordinaria riqueza extraída de esos encinares y alcornocales domesticados.

Su diversidad biológica, el carácter de refugio para especies amenazadas, el papel preponderante que desempeñan en territorios en donde apenas hay otras alternativas económicas, la producción de alimentos de gran valor añadido o el tremendo potencial para el desarrollo de la agricultura ecológica y el turismo rural constituyen algunos de sus valores más destacados.

Su importancia está fuera de toda duda. Por eso Andalucía aprobará próximamente una Ley de la Dehesa, marco regulador para asegurar su conservación y la viabilidad económica. Una normativa necesaria pues esta región atesora la mitad del total, 25 millones de hectáreas. Llega algo tarde, es verdad, pues Extremadura, la otra gran región mantenedora de este grandioso hábitat, tiene la suya desde 1986, pero llega, que es lo importante. Y todavía faltan normativas semejantes en el resto de las comunidades poseedoras de esta singular riqueza agroforestal como son Castilla-La Mancha, Castilla-León y la región portuguesa del Alentejo.

Porque la dehesa está amenazada. No sólo por el cambio climático y sus terribles plagas asociadas como la seca. Su mayor peligro es el despoblamiento rural, el abandono de las prácticas tradicionales debido a la crisis ganadera y a la falta de relevo generacional, la dureza de unas actividades cuyo sacrificado trabajo no se ve suficientemente recompensado con una mínima rentabilidad económica.

La dehesa es un sistema único en Europa de explotación sostenible de los recursos agroganaderos y forestales Un espacio singular donde durante generaciones han convivido en armonía la actividad agraria y forestal con la conservación del medio natural. Se trata pues de un paisaje cultural, y por lo tanto culto, fruto de una compleja intervención constante en el bosque sin la cual no existiría. Y este es su aspecto más interesante. Si desaparece su manejo tradicional la dehesa desaparece, no hay alternativa. O se abandona y el bosque recupera poco a poco el terreno perdido, o los árboles desaparecen y entonces dejarán paso a las falsas estepas, a nuestros desiertos agrarios.

Sólo si entre todos, como ciudadanos pero también como consumidores sensibilizados, somos capaces de mantener el interés económico, biológico y cultural de las dehesas, lograremos además de su conservación, algo mucho más importante, estaremos afianzando un modelo de relación del hombre con la naturaleza basado en la responsabilidad ambiental.

César Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

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