Es especialmente ahora, en esas fechas navideñas, donde el culto desmedido a la felicidad en papel cuché se confunde con el culto al consumo desaforado, cuando con más contundencia comprobamos lo insostenible de nuestro actual sistema de intercambio comercial. Derroche, todo es puro derroche. De materias primas, de energía, de trabajo deslocalizado, de discriminación social, de exclusión, de basura.
Las estadísticas son escalofriantes. Cada ciudadano español hará un gasto navideño cercano a los 1.000 euros por persona. De esta manera nuestra huella ecológica cada vez se parece más a la del caballo de Atila, tanto en destrucción como en producción de desperdicios. Si cada uno de nosotros genera diariamente un kilo y medio de basura, en estas fechas producimos dos kilos, la mitad inútiles envoltorios. Y mientras cada año aumenta en cuatro millones el número de personas desnutridas en el mundo, sólo por necesidades comerciales se tiran en estas fechas hasta un 40% de los alimentos distribuidos en supermercados y grandes superficies.
Resulta complicado bajarse de tan desbocado caballo, máxime en una época donde el aumento del consumo parece la única varita mágica capaz de sacarnos de la actual crisis económica, quienes puedan y tengan dinero suficiente para poder hacerlo. Pero lo que sí podemos hacer es reducir nuestra basura. Declarar la guerra a esa terrible triada del “comprar, tirar, comprar”. ¿Cómo lograrlo? Pues reparando lo roto y reutilizando lo aparentemente inservible.
El otro día mi hijo de 11 años me pidió que le comprara un nuevo estuche de pinturas para el colegio. Se le había despegado la tapa y lo consideraba inservible. Le di un bote de pegamento, descubriendo con indisimulado asombro que en apenas un minuto había quedado arreglado, algo que no se le había pasado hasta entonces por la cabeza.
Usar y tirar, ese es el gran problema. El consumo de envases ligeros se ha triplicado en los últimos años en España, pero se recicla menos de la quinta parte. Los españoles gastamos a diario 51 millones de envases de bebidas, una cifra similar a la de Alemania pero con la mitad de población.
Deberíamos volver a las buenas ideas de antaño, cuando la botella no se tiraba a la basura, ni siquiera en un contenedor de reciclaje, sino que se devolvía en la tienda y a cambio recuperábamos una pequeña cantidad de dinero. No es nostalgia. Alemania implantó este sistema de envases reutilizables en 2003 y ha conseguido reciclar el 98,5% de latas y botellas de plástico. Al incluir en el producto una fianza de 25 céntimos que se recupera al llevarlo de nuevo al punto de compra, los envases dejan de ser residuos y pasan a ser objetos de valor. Todos salen ganando. Las ciudades tienen menos basura que recoger, se reduce la contaminación y el gasto energético, e incluso se crean nuevos puestos de trabajo.
Una posibilidad ésta del embalse reutilizable no tan lejana si finalmente se aprueba en España el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) en la nueva Ley de Residuos.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo César, no hacemos más que comparar y comprar con la intención de saciar nuestro insaciable gusto por tener y ser visto. ¿Es necesario tener 20 pantalones, 30 camisas, 20 bolsos, 40 pares de zapatos?
Necesitamos volver a vivir de una manera más sencilla, más práctica y más armónica con la naturaleza. Intentemos tener un menor impacto en el planeta que habitamos, no nos olvidemos que junto a millones de otras especies. No nos olvidemos que este planeta no es nuestro, simplemente estamos de paso.
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