Ciudadano árbol | César-Javier Palacios


 La ONU ha declarado el 2011 como el Año Internacional de los Bosques para luchar contra la desertización y el cambio climático. También para concienciarnos de su importancia en el desarrollo sostenible del planeta debido a los beneficios económicos, socioculturales y ambientales que proporcionan. Con este fin, durante todo el año se promoverá una intensa acción internacional en pos de la ordenación sostenible, la conservación y el desarrollo de todo tipo de formaciones arbóreas, incluidos los árboles aislados.
Oiremos por lo tanto hablar mucho en los próximos doce meses de bosques, aunque me temo que muy poco de árboles y aún mucho menos de nuestros árboles más próximos, los urbanos, los de las ciudades y pueblos. Sin embargo, son estos los que más cotidianamente sufren la dureza del estresante sistema de vida urbano, condenados a sufrir una y mil agresiones en forma de golpes, contaminación, zanjas o arranques injustificados. Como si no fuera suficiente con meterles en un agujero rodeados de hormigón y exigirles que nos den todo el oxigeno y frescor que darían si creciesen en libertad.
El ciudadano árbol es, sin duda, nuestro vecino más vilipendiado. Lo queremos grande, así que no se aceptan plantones jóvenes que tardarán décadas en llegar al tamaño apetecible por el urbanista para alternarse en las aceras con farolas y papeleras. Pero no aceptamos que siga creciendo, que engrose, eche raíces y ramas, tenga hojas y hasta dé frutos. De esta forma lo podamos hasta límites salvajes. Y no contentos con ello, en lugar de ampliar con el tiempo su mínimo espacio vital se lo vamos reduciendo hasta estrangularlo.
Es escalofriante el número de árboles que todos los años mueren en las ciudades. “Por cada árbol que cortamos plantamos diez”, justifica el alcalde de mi pueblo cada vez que protagoniza un nuevo arboricidio. No me vale. Cada ejemplar, como cada ser vivo, es insustituible. Arrancó un árbol centenario que había dado sombra a Unamuno con la excusa de estar estropeando el embaldosado y esa calle nunca volverá a ser la misma.
Como se reconoce en la Declaración del Derecho al Árbol en la Ciudad o Carta de Barcelona, “la ciudad necesita el árbol como un elemento esencial para garantizar la vida”. Y aún más: “El árbol contribuye al enraizamiento de la cultura en el lugar y en la mejora de las condiciones de habitabilidad en el medio urbano, factores ambos determinantes de la calidad de vida en la ciudad”.
Esta declaración es de 1995 y ha sido suscrita por numerosos Ayuntamientos españoles. 15 años después, basta con pasearse por cualquier calle para ver que el árbol sigue siendo el ciudadano pobre y maltratado de las urbes.

2 comentarios:

Mikel Belasko dijo...

Pero es así. El árbol es parte del mobiliario urbano y vale lo que una papelera. Por otro lado, en muchos casos se han plantado especies inadecuadas que dejan sin luz a los vecinos de los primeros pisos, que acaban "odiando" al árbol. Y, desde luego, en cuanto empiezan a envejecer son talados para que los ciudadanos, los de dos patas, no denuncien y reclamen al ayuntamiento respectivo los daños causados por la caída de ramas... Pero, sí, hay que ayudar al ciudadano árbol. Así lo hemos hecho en Pamplona: http://www.pamplona.net/verDocumento/verdocumento.aspx?idDoc=89668 (paciencia, a veces cuesta cargarlo)

Mi pequeña Huerta Enjaulada dijo...

excelente artículo!

Me pongo en campaña para difundirlo

Abrazo

Publicar un comentario