Al fin, estamos en primavera

 
Intentamos ahuyentar el frío desde las fechas del calendario para dar paso a la primavera que nace esquiva y timorata sin pretensiones de sol. Los que nos adjetivamos como arrecidos llevamos grabada en la piel los fríos intensos y las copiosas nevadas de este invierno sin fecha de caducidad. No levantamos cabeza. Miramos el mapa del tiempo con la convicción de ver dibujados unos soles en nuestra zona geográfica y la temperatura en ascenso, pero no hay cambios que llevarnos a la boca: unas rayas que surgen de unas nubes de cuento infantil y unas borrascas como tronzadores nos desbaratan la ilusión. Otra vez la ropa de abrigo y la mirada enrojecida.

Con el frío arañando el alma se cuelan unos días atemperados, suaves, contenidos. Empujo al tiempo para ver el sol dorando las crestas de las montañas y mudar de verde y flor los brazos desnudos de los árboles. Llevo cosidas a mi memoria muchas primaveras hechas de días, de momentos, de instantes muy felices entre juegos de sol y sombras en los prados verdosos, en solanas y umbrías del pinar, en los juegos en la plaza y por entre callejas Más de una vez los sentimientos se hicieron palabras en versos confusos de algún poema que escribía a hurtadillas, ya en la escuela, ya en mi casa, grabando en algún papel todas mis emociones nacidas en ese baile hormonal de la primavera. Como no había lector que añadir a mis reflexiones poéticas me deshacía de ellos y guardaba silencio. Es el tiempo de ensoñaciones y quimeras, de emociones calladas, de enamoramientos apasionados y de tertulianos al sol dispuestos a cambiar el mundo.

Esta vitalidad de la primavera se hace verso en toda la coreografía de la naturaleza. Los seres humanos percibimos la realidad con un renuevo en el aderezo neuronal del cerebro que aplaca las conductas agresivas. Me vienen a la memoria algunos acontecimientos históricos donde la cordura y un sentimiento noble de pacifismo hicieron posible, o se iniciaron al menos, grandes cambios sociales sin que las armas tiñeran de luto la tierra.

“La Primavera de Praga” en el año 1968 sembró los cambios contra el totalitarismo del partido comunista en Checoslovaquia. Ahí estaba el apoyo del escritor Václav Havel, y posterior Presidente democrático de su país. No fue posible la transición entonces pero se vislumbró un horizonte en libertad. En ese mismo año, surge en París la protesta estudiantil antiimperialista que se conoce como “El Mayo Francés” –“Haz el amor y no la guerra” o “Imaginación al poder” eran sus lemas-. Esta revolución estudiantil recorrió el mundo. El 25 de abril sonó de madrugada en los cielos de Lisboa la canción “Grándola Vila Morena” Era la contraseña de una revuelta militar contra el régimen dictatorial de Salazar. Los fusiles se cargaron con balas especiales: claveles. Esta revolución de los claveles llevó la democracia a Portugal. ¡Primavera, primavera…!

Mi admiración y recuerdo a un eminente escritor: Miguel Delibes. El describió el mundo rural con el más puro y solemne de los lenguajes poéticos…”Desde la roca de las Crines, Rafa oteaba la curva baja de la vaguada, el rojo camino serpenteando junto al río, entre ringleras de manzanos abandonados y, aunque el sol estaba vencido, hizo pantalla con su mano derecha y amusgó los ojos para concentrar la mirada…” –El disputado voto del señor Cayo-. Los que somos de pueblo no te olvidaremos.

Guadalupe Fernández de la Cuesta 
Neila (Burgos)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos mal... que nos tenía ya esta primavera preocupados!!

Romaiquía dijo...

La primavera despierta al pensamiento y al espiritu; florecen las emociones y se impregnan los recuerdos.

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