El Hierro, paraíso ecológico | César-Javier Palacios


Hasta hace pocos años, hablar de la isla de El Hierro, en Canarias, era hablar de un territorio olvidado, dormido a la sombra de la Historia, el más occidental y desconocido de toda España. 269 kilómetros cuadrados y apenas 10.000 habitantes, sin industria, ni playas ni autopistas. Sin presente ni futuro.

Pero llegó el año 2000 y todo cambió. El mundo estresado y desarrollista quedó embelesado ante la sabiduría herreña, orgullosa de una forma de vida que ahora todos envidiamos y casi nadie disfruta: la autosostenibilidad. Tanto la ecológica y económica como la anímica. Ese año, la Unesco declaró todo el espacio insular Reserva de la Biosfera. Y paralelamente, las administraciones públicas impulsaron un espectacular proyecto para convertirla en la primera isla del mundo en abastecerse totalmente de energías renovables. Con las obras de la moderna central hidroeólica casi terminadas, un parque eólico impulsará agua al interior de un cráter volcánico convertido en embalse, donde un gran salto de agua producirá toda la energía necesaria para abastecer a la población, haya o no haya viento.

No es ésta la decisión más revolucionaria. Tras rechazar el consumo de combustibles fósiles, la tierra del lagarto gigante y las retorcidas sabinas centenarias aspira ahora a erradicar el uso de pesticidas y herbicidas en el campo. En apenas ocho años quiere lograr una agroganadería 100% ecológica. Cuenta para ello con más de doce años de experiencia en el cultivo del plátano ecológico, hortalizas de todo tipo, piña tropical e incluso yogur de leche de oveja ecológico, su más reciente producto estrella. La intención es lograr que el resto de los productos de la isla sean también ecológicos, un marchamo extra a la enorme calidad de sus productos.  Para ello hace falta disponer de materia orgánica abundante y, por esta razón, la integración entre agricultura y ganadería resulta fundamental. Este necesario proceso de convergencia económica añade aún más interés a la iniciativa, pues fortalece las sinergias entre dos colectivos tradicionalmente antagónicos pero en realidad hermanos, creando un beneficioso círculo de dependencia.

La aspiración parece utópica.  Lograr una isla 100% ecológica y autosuficiente en agricultura, ganadería, pesca y alimentación en un plazo de ocho años. Pero El Hierro sabe mucho de utopías y ésta es, con toda seguridad, la más realista de todas ellas. Porque apostando por el sector primario se apuesta por reforzar el principal agente a la hora de mantener un paisaje y una cultura únicos. Y porque popularizando alimentos sanos y de calidad también se apuesta por una alimentación sin tantos productos químicos y, a la larga, sin tantas medicinas para el consumidor.

El Hierro no es una novedad, es el modelo a seguir. La agroganadería ecológica es la única manera de mantener el campo vivo, con productos rentables, saludables, apreciados por todos, cuyo consumo se refleja en un medio ambiente cada vez más armónico. Una economía nueva que tan sólo copia los usos ancestrales, renovándolos. Como hacía ese mítico Garoé o Árbol Santo de los herreños, debemos ser capaces de ordeñar las nubes para dar de beber a nuestro cuerpo y nuestro espíritu.

1 comentario:

Jesús Dorda dijo...

Más nos vale volver a la producción agrícola, deberíamos haber aprendido que el dinero no se puede comer. Nada hay más sostenible que eso... ¡si se hace bien!

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