Armstrong: un gran paso para la Tierra | Rosa M. Tristán

Hace unos días murió Neil Armstrong (izqda) y, aunque pueda parecer paradógico por tratarse de un astronauta, su desaparición tiene mucho que ver con la conservación de la Tierra.

A esas alturas, ya no tiene sentido contraponer los recursos que se invierten en investigación espacial a los destinados a conservar nuestro entorno. Miles de satélites, desde más allá de la atmósfera terrestre, ayudan a tener una visión completa de problemas como la desertificación, el cambio climático, la monitorización de especies o la contaminación oceánica, con datos que sería imposible tener desde la corteza terrestre.

Gracias a ellos, por ejemplo, hemos sabido que este mismo verano el Ártico y Groenlandia han batido récords de deshielo, hemos seguido la trayectoria del huracán Isaac o hemos visto las llamas que devoraban nuestro territorio.

Por desgracia, también hay una de cal en este indudable progreso: se han lanzado infinidad de artefactos y naves sin que se haya inventado un sistema para su desaparición total: en atmósfera terrestre se calcula que hay dos millones de toneladas de desechos espaciales a los que no se ha buscado destino.

Sin duda, figuras como Armstrong hicieron mucho para promover investigaciones de observación del planeta desde el espacio. De hecho, el explorador norteamericano estuvo presente en el II Congreso Internacional de World Wildlife Fund (WWF), celebrado en Londres 1970. Allí, entre su auditorio se encontraba Félix Rodríguez de la Fuente, como recoge Benigno Varillas en la biografía del naturalista español publicada por La Esfera de los Libros.

Sus palabras en este foro, y en otros muchos a lo largo de su vida, siempre tuvieron un mensaje conservacionista: la Tierra, vista desde la Luna, se ve “muy frágil, muy pequeña y su única belleza iriscente y azulada la origina la propia biosfera que la rodea”, aseguró en aquella cita.

El año pasado, en lo que fue su última visita a España, dentro del Starmus Festival celebrado en Tenerife, insistió en este mensaje y señaló que “el ser humano debe mejorar su comportamiento para expandirse más allá de este planeta”. Respondía así a las palabras de Brian May, astrofísico y fundador del grupo de música Queen, que expresó su temor a que el ser humano sea ‘una plaga’ allá donde vaya.

Pero el astronauta recordó que la vida en la Tierra tiene fecha de caducidad, porque un día el Sol se apagará y por ello, aseguró, debemos esforzarnos por no precipitar ese final, aunque sin dejar de buscar otros mundos para cuando el nuestro se congele.

Si logramos mantener esta frágil canica azul como nos la encontramos, su huella en la Luna no habrá sido sólo un gran paso para la Humanidad, sino para toda la Tierra.

Foto Neil Armstrong con el cosmonauta Alexei Leonov, en Tenerife en 2011 | Rosa M. Tristán

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espléndido e inteligente escrito. La exploración espacial es imprescindible en estos tiempos de crisis. Lo que se gasta en ello es una cantidad ridícula comparada con el gasto militar, el tráfico de drogas, el tráfico de seres humanos... Necesitamos volver al cosmos porque somos literalmente hijos de las estrellas. Y el futuro de nuestro planeta azul está íntimamente ligado al futuro de la exploración espacial. Un recuerdo emocionado a Neil Armstrong, astronauta, explorador, científico y ser humano lo primero.

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