Los ganaderos se extinguen

Los ganaderos españoles están tan amenazados de extinción como sus temidos lobos ibéricos. Sólo en Castilla y León, la comunidad ganadera por excelencia de la Unión Europea, han desaparecido en apenas 20 años el 60% de sus ganaderos de ovino y caprino. Es una tragedia, pero en absoluto una exageración, pues los datos provienen de un estudio realizado por la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL) a partir de los datos de solicitudes de la PAC. De acuerdo con este método incuestionable de actividad profesional, entre el año 1988 y el 2008 se ha pasado de 24.236 ganaderos a tan sólo 9.672.

La principal razón es la falta de relevo generacional. Los jóvenes ya no quieren dedicarse a la ganadería extensiva como hicieron sus padres y sus abuelos. La ven como una profesión sin futuro, tan sacrificada como escasamente rentable, donde mientras los precios de la carne y la leche se hunden, los de los piensos se disparan.

En todas partes, pero especialmente en la siempre difícil montaña, al igual que en los duros páramos castellanos, la desaparición de los rebaños se está tornando en una tragedia no sólo social y cultural, sino también ecológica. Nuestro paisaje, y con él mucha de nuestra fauna más amenazada, dependen directamente de ellos. Y si la ganadería se extingue, ellos también se extinguirán.

Félix Rodríguez de la Fuente ya se temía algo así y dedicó la mayor parte de sus extraordinarias fuerzas de convencimiento a la novedosa tarea de revalorizar la hasta entonces tan denostada cultura pastoril. Testigo de excepción del éxodo rural de mediados del siglo pasado y de sus terribles repercusiones medioambientales, hizo saltar todas las alarmas ante la desaparición paulatina de ese ganado que él admiraba como heredero directo de los grandes rebaños de herbívoros que desde épocas remotas pastaban libres en apretadas manadas por Iberia, sustentadores de una excepcional biodiversidad. No le hicieron caso y hoy asistimos al desmantelamiento de una economía rural que pone en peligro nuestra Naturaleza, pero también nuestro futuro al hacernos peligrosamente dependientes de una economía industrial y globalizada.

Félix tenía un sueño, lograr un mundo mejor donde la naturaleza estuviera bien conservada gracias al trabajo del ganadero y del agricultor, ejemplares custodios de un territorio cuyo mantenimiento fuera considerado fundamental para incrementar la calidad de vida del resto de la sociedad. Desgraciadamente, su sueño parece cada vez más utópico.

Por suerte no está todo perdido. Quedan todavía muchos ganaderos orgullosos de su trabajo, empeñados en mantener ese oficio contra viento y multinacionales. Y son cada vez más los ciudadanos que reconocen su trabajo valorándolo como se merece desde su posición de fuerza como consumidores sensibilizados, eligiendo la calidad de esos productos frente a los insípidos industrializados.

Pero deberíamos ir aún más lejos. Buscar por ejemplo fórmulas que permitan lograr un merecido Pago por Servicios Ambientales (PSA) a este colectivo, porque somos muchos los que defendemos que la labor ecológica del ganadero extensivo, además de agradecérsela, hay que cuantificarla y pagarla.

César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

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