El sabor de los tomates | Gustavo Duch

Recientemente hemos sabido que el CSIC —con la de cosas que podría hacer— ha dedicado esfuerzos y presupuesto a saber por qué el tomate industrial, el que habitualmente compramos en los supermercados, no sabe a tomate.

Resulta que en los experimentos de la industria alimentaria, movidas por el empeño de conseguir variedades de hortalizas uniformes y bonitas, un gen que no controlaban se alteró y ¡anda! nos quedamos sin sabor a tomate. Pero lo peor no es tal derroche, ni el reduccionismo de algo tan maravillosamente complejo, sino que andan entusiasmados con el descubrimiento, pues “con el gen identificado en unos pocos años lo tendremos resuelto”.
Ese tipo de variedades insípidas y con menos valor nutricional es parte de la destrucción de las agriculturas locales que siempre llevaron buenos alimentos a la mesa, a la vez que generaban medios de vida a muchas personas y aseguraba el mantenimiento de los paisajes rurales.

Por eso, por el futuro de lo rural y para que los tomates sepan a tomates, hemos de olvidarnos de falsas moderneces y valorar las infinitas variedades campesinas de tomates deformes y multicolores, con sabor a tomate y con garantías de por vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no solo el tomate, prueba limones comprados y limones de algun vecino que tenga en su huerto, no cambia ni nada la cosa

Anónimo dijo...

Cada vez está mas de moda tener tus propios productos como tomates, pimientos, lechugas... porque la gente está harta de esos porductos insípidos. Yo por suerte puedo disfrutar de algunos productos de temporada sanos y con un sabor increibles. Cada vez hay mas sitios donde conseguir esos productos, ya sea in situ, como por internet.

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