Detrás de tan extraño palabro hay una fantástica idea y un bellísimo homenaje. ¿Qué es un supertesting? Pues testear algo, comprobar su estado o evolución en un momento concreto, pero a lo grande. Y en este caso, la plataforma on line Biodiversidad Virtual, junto con la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, pretende lanzar a la calle a todos los amantes de la naturaleza, nada menos que para inventariar la diversidad biológica de nuestro entorno. Un tributo muy especial a Félix Rodríguez de la Fuente en el 30 aniversario de su muerte haciendo lo que él mejor hizo: socializar la ciencia, concienciarnos en el respeto al medio ambiente y forjar ilusión por la naturaleza en la sociedad.
Nada más fácil. A lo largo de toda esta semana, pero especialmente el próximo fin de semana, miles de aficionados españoles queremos fotografiar y subir a una página web la mayor cantidad posible de especies de invertebrados, plantas, aves, anfibios y reptiles, hongos, hábitats que podamos, en recuerdo al llorado naturalista; que por si no lo sabías, era un soberbio fotógrafo de la naturaleza.
Los usuarios registrados pueden subir y ver en el servidor de la plataforma digital las fotografías de las plantas y animales que hayan encontrado en sus expediciones, georeferenciadas y clasificadas. Si alguna no la conoces, tampoco es problema. Un comité de 100 científicos voluntarios se encarga luego de revisarlas todas, garantizando su exacta identificación.
Como ha señalado la hija del naturalista, Odile Rodríguez de la Fuente, “el conocimiento da lugar al amor y el amor nos lleva inexorablemente a proteger y defender nuestra naturaleza. Esta será una semana sin parangón, en la que las miles de personas que amamos la naturaleza saldremos al campo, cámara en ristre, unidos por un sentido invencible e indivisible de pertenencia a tierra”.
El objetivo marcado con este peculiar ‘rallye fotográfico’ es alcanzar, a lo largo de la semana, 5.000 especies fotografiadas en toda España entre aves, artrópodos, plantas, peces, hongos, líquenes, mamíferos y publicarlas en las diferentes galerías que componen BV. ¿Lo conseguiremos? Seguro que sí.
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Pinchando en este enlace puedes ver el mapa con todos los lugares de España, más de 30, donde esta semana la gente se juntará para participar en tan ilusionante supertesting.
También os incluyo un vídeo que los organizadores han hecho para promocionar la iniciativa.
31 may 2010
9:35
27 may 2010
11:03
21 may 2010
10:34
Mañana 22 de mayo celebramos el Día Internacional de la Biodiversidad, un aldabonazo en nuestras conciencias al terrible empobrecimiento en que estamos sumiendo al planeta. Cada hora se extinguen tres especies únicas, resultado de largos procesos evolutivos a lo largo de millones de años, 130 al día, 30.000 al año. Es ley de vida, se dirán algunos. Sí, pero no a esta velocidad, mil veces más rápido en el último siglo respecto al ritmo natural, sólo comparable al que provocó la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años.
En realidad están extinguiéndose muchas más especies, pues no sabemos exactamente cuántas pueblan la Tierra y, lo que es aún peor, para qué nos habrían servido. El bienestar de la humanidad depende de esta imprescindible riqueza biológica de la que comemos, respiramos, bebemos, sanamos y nos vestimos, pero que también nos alegra el espíritu.
El último “Catálogo de la Vida” contiene la lista más completa e íntegra de todos los seres vivos descubiertos hasta el momento por los científicos: 1,25 millones de especies de animales, plantas, hongos y microorganismos. Sin embargo apenas representa una pequeña fracción de la realidad, menos del 3 por ciento de los 50 millones de especies que se calcula pueden existir y que, al paso que vamos, quizá no tengamos tiempo de catalogar antes de su desaparición.
El 12 % de las aves, el 21% de los mamíferos, el 28% de los reptiles, el 30% de los anfibios, el 35% de los invertebrados, el 37% de los peces de agua dulce, el 70% de las plantas y sus hábitats están amenazados de extinción. Pero el futuro es aún más inquietante. Antes de final de siglo el 30% de las especies habrá desaparecido por culpa del cambio climático, también culpa nuestra.
¿Acabaremos como los dinosaurios? Seguro que no. Aunque tarde, al menos ya hemos aprendido algo muy importante: Que la biodiversidad es vida, es nuestra vida.
20 minutos - Crónica verde
19 may 2010
10:02
14 may 2010
13:40
12 may 2010
13:45
Llevan 7.000 años con nosotros, trabajando para nosotros, pero ya no nos sirven. Los burros, esos parientes africanos de los caballos, están en grave peligro de extinción en España. Era de esperar. Cuando llegó la mecanización del campo se volvieron inútiles, nunca podrán superar a un potente tractor, pensaron los agricultores. Y ahora que también los agricultores están en peligro de extinción, sus olvidados compañeros de labor han quedado aún más arrinconados.
El dato más preocupante sobre esta especie es que no existen datos oficiales. Los últimos censos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se remontan a 1999. Ese año tan sólo quedaban 55.000 burros en todo el territorio nacional. Son pocos, muy pocos; y menos aún los genética y culturalmente más importantes, los últimos representantes de razas únicas como la recia zamorana-leonesa, la andaluza, la catalana, la gallega fariñeira, la vasca de Las Encartaciones o la majorera de Fuerteventura.
El avasallador éxodo rural se está llevando todo por delante. Los hombres y mujeres del campo, cada vez más ancianos, cada vez más olvidados, acaban cerrando sus casas en el pueblo y terminan sus días en un impersonal apartamento urbano o en el anodino ambiente de una residencia para personas mayores. No pueden atender ya a esos animales que tanto les ayudaron. Los descuidan, los olvidan, los abandonan.
Por suerte, un puñado de entusiastas siguen aferrados en la defensa de nuestros últimos borricos. Rescatan animales olvidados, incluso maltratados. Desarrollan proyectos de mejora genética. Promueven programas de apadrinamiento, de búsqueda de familias interesadas en adoptar uno de estos nobles animales. También programas de reforzamiento del turismo rural gracias a su recuperación para el tiro o la equitación. Incluso algunos cuentan con centros y unidades móviles de Asnoterapia que prestan sus servicios a cientos de niños con necesidades especiales.
Sí, es verdad, los burros se han convertido en mascotas, y aunque sea como un mal menor debemos alegrarnos por ello. Después de miles de años de trabajar duro también se merecen un descanso. Al final Juan Ramón Jiménez estaba en lo cierto. Nuestros burros son duros y blandos al mismo tiempo. Como Platero tienen acero. “Acero y plata de luna, al mismo tiempo”.
César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente
10 may 2010
13:40
La trashumancia acabará con la crisis ganadera | César-Javier Palacios
La ganadería está en crisis. El número de ganaderos en activo no deja de descender año tras año. Profesión con graves problemas de relevo generacional, donde son mayoría los trabajadores con más de 50 años, quien se jubila no puede ceder el testigo a un joven pues son muy pocos los que quieren seguir apostando por una profesión tan incierta, dura y sacrificada.
No es un problema de falta de modernización de las explotaciones; precisamente, los que más han invertido en sus granjas son ahora quienes más problemas económicos sufren. Porque además de todo lo anterior, el precio de la leche y la carne no deja de descender, mientras el del pienso y los forrajes continúa con su disparatado ascenso estrangulando el futuro de miles de hombres y mujeres del campo.
Primero fue la industria siderúrgica, después la naval, más tarde la minería, luego la pesca y ahora todo apunta a la aplicación de una dura reconversión oculta en el sector agroganadero. El campo se está muriendo y con él no sólo desaparece nuestra independencia alimentaria, sino también una cultura milenaria, la nuestra, y un paisaje heredado tras miles de años de equilibrios y desequilibrios con la naturaleza.
Por todo ello resulta sorprendente saber que, hoy por hoy, el futuro no está en lograr una mayor modernización del sector, sino todo lo contrario, en volver a los modelos tradicionales de explotación. Por ejemplo, a la trashumancia.
El manejo de grandes rebaños entre los pastos invernales del sur y los estivales del norte permite el aprovechamiento sostenible de amplias extensiones del territorio condenadas al abandono.
Fija a la población en los pueblos, al rentabilizar la actividad, ayudando al mantenimiento de paisajes únicos como los pastizales de alta montaña o las dehesas. Puede además reforzar la oferta de turismo rural y ofrece unos productos de calidad y alta rentabilidad. Pero aún hay más. Al basarse en el consumo de pastos naturales, se evita la importación de cereales y piensos, que de esta forma podrán ser utilizados en otras regiones del planeta más necesitadas de ellos. Y mejoramos la biodiversidad, pues cada mil ovejas o cien vacas aportan diariamente al terreno por el que transitan más de tres toneladas de nutritivo estiércol con unos cinco millones de semillas en su interior, además de alimentar involuntariamente a una inmensa cohorte de fauna amenazada, desde grandes buitres hasta delicadas mariposas.
Contamos para ello con una infraestructura ganadera única en el mundo: la red nacional de vías pecuarias. Más de 125.000 kilómetros de caminos, cordeles y cañadas específicamente desarrollados ya desde los tiempos de la Mesta, hace ahora ocho siglos, pero seguramente desde mucho tiempo antes, desde que el hombre neolítico aprendió a manejar las grandes manadas de rumiantes salvajes, en permanente movimiento trashumante por toda la Península Ibérica.
Cómo no se nos había ocurrido antes. La solución a tantos problemas la tenían nuestros abuelos. Tan sólo consiste en hacer lo que siempre hemos hecho, una actividad sabiamente testeada durante siglos: la ganadería extensiva.
No es un problema de falta de modernización de las explotaciones; precisamente, los que más han invertido en sus granjas son ahora quienes más problemas económicos sufren. Porque además de todo lo anterior, el precio de la leche y la carne no deja de descender, mientras el del pienso y los forrajes continúa con su disparatado ascenso estrangulando el futuro de miles de hombres y mujeres del campo.
Primero fue la industria siderúrgica, después la naval, más tarde la minería, luego la pesca y ahora todo apunta a la aplicación de una dura reconversión oculta en el sector agroganadero. El campo se está muriendo y con él no sólo desaparece nuestra independencia alimentaria, sino también una cultura milenaria, la nuestra, y un paisaje heredado tras miles de años de equilibrios y desequilibrios con la naturaleza.
Por todo ello resulta sorprendente saber que, hoy por hoy, el futuro no está en lograr una mayor modernización del sector, sino todo lo contrario, en volver a los modelos tradicionales de explotación. Por ejemplo, a la trashumancia.
El manejo de grandes rebaños entre los pastos invernales del sur y los estivales del norte permite el aprovechamiento sostenible de amplias extensiones del territorio condenadas al abandono.
Fija a la población en los pueblos, al rentabilizar la actividad, ayudando al mantenimiento de paisajes únicos como los pastizales de alta montaña o las dehesas. Puede además reforzar la oferta de turismo rural y ofrece unos productos de calidad y alta rentabilidad. Pero aún hay más. Al basarse en el consumo de pastos naturales, se evita la importación de cereales y piensos, que de esta forma podrán ser utilizados en otras regiones del planeta más necesitadas de ellos. Y mejoramos la biodiversidad, pues cada mil ovejas o cien vacas aportan diariamente al terreno por el que transitan más de tres toneladas de nutritivo estiércol con unos cinco millones de semillas en su interior, además de alimentar involuntariamente a una inmensa cohorte de fauna amenazada, desde grandes buitres hasta delicadas mariposas.
Contamos para ello con una infraestructura ganadera única en el mundo: la red nacional de vías pecuarias. Más de 125.000 kilómetros de caminos, cordeles y cañadas específicamente desarrollados ya desde los tiempos de la Mesta, hace ahora ocho siglos, pero seguramente desde mucho tiempo antes, desde que el hombre neolítico aprendió a manejar las grandes manadas de rumiantes salvajes, en permanente movimiento trashumante por toda la Península Ibérica.
Cómo no se nos había ocurrido antes. La solución a tantos problemas la tenían nuestros abuelos. Tan sólo consiste en hacer lo que siempre hemos hecho, una actividad sabiamente testeada durante siglos: la ganadería extensiva.
Somos peor que los dinosaurios | CJ Palacios- Crónica Verde
Mañana 22 de mayo celebramos el Día Internacional de la Biodiversidad, un aldabonazo en nuestras conciencias al terrible empobrecimiento en que estamos sumiendo al planeta. Cada hora se extinguen tres especies únicas, resultado de largos procesos evolutivos a lo largo de millones de años, 130 al día, 30.000 al año. Es ley de vida, se dirán algunos. Sí, pero no a esta velocidad, mil veces más rápido en el último siglo respecto al ritmo natural, sólo comparable al que provocó la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años.
En realidad están extinguiéndose muchas más especies, pues no sabemos exactamente cuántas pueblan la Tierra y, lo que es aún peor, para qué nos habrían servido. El bienestar de la humanidad depende de esta imprescindible riqueza biológica de la que comemos, respiramos, bebemos, sanamos y nos vestimos, pero que también nos alegra el espíritu.
El último “Catálogo de la Vida” contiene la lista más completa e íntegra de todos los seres vivos descubiertos hasta el momento por los científicos: 1,25 millones de especies de animales, plantas, hongos y microorganismos. Sin embargo apenas representa una pequeña fracción de la realidad, menos del 3 por ciento de los 50 millones de especies que se calcula pueden existir y que, al paso que vamos, quizá no tengamos tiempo de catalogar antes de su desaparición.
El 12 % de las aves, el 21% de los mamíferos, el 28% de los reptiles, el 30% de los anfibios, el 35% de los invertebrados, el 37% de los peces de agua dulce, el 70% de las plantas y sus hábitats están amenazados de extinción. Pero el futuro es aún más inquietante. Antes de final de siglo el 30% de las especies habrá desaparecido por culpa del cambio climático, también culpa nuestra.
¿Acabaremos como los dinosaurios? Seguro que no. Aunque tarde, al menos ya hemos aprendido algo muy importante: Que la biodiversidad es vida, es nuestra vida.
20 minutos - Crónica verde
Si lo coges, morirá | César-Javier Palacios
Especie en expansión, cada vez es más frecuente llevarte la alegría de ver corzos durante nuestras salidas al campo, incluso en lugares con escaso arbolado o muy humanizados. Saltarín, inconfundible con su blanco trasero y escasa cornamenta, parece un pequeño ciervo siempre asustadizo.
En estos días las hembras han parido sus crías, que suelen dejar escondidas para sólo acerarse a ellas en el momento de amamantarlas. Y es precisamente ahora cuando podemos cometer una terrorífica metedura de pata. La de encontrar por casualidad al pequeño bambi escondido entre la espesura y considerarlo abandonado, ajenos a que no muy lejos está su madre aterrorizada esperando a que pase el peligro, nosotros.
Tras el sorprendente hallazgo, son demasiados los caminantes equivocados que tratan de ayudar al pequeño corcino de la peor manera posible, recogiéndolo y llevándoselo a casa o entregándolo a los servicios de Medio Ambiente. Craso error. No está desatendido, está escondido. Tú no viste a su madre, pero ella sí te vio a ti. Y su cría, siguiendo el instinto de los cérvidos de pocas semanas de vida, se quedó tumbada muy quieta en la hierba, inmóvil, confiando en la seguridad del camuflaje de su mimético pelaje.
En tu casa, incluso en un centro de recuperación, casi seguro morirá a los pocos días. Y aunque sobreviva, no podrá liberarse de nuevo en el campo, siendo además un grave peligro para nosotros mismos cuando, viviendo en cautividad, los machos se hagan adultos.
Para evitar que nuestro amor por los animales nos haga meter la pata, la Asociación del Corzo Español ha puesto en marcha un año más su campaña en defensa de los corcinos.
Tres sencillos consejos nos señalan el correcto comportamiento que debemos tener en el caso de encontrarnos a uno de estos maravillosos animales en el campo:
En estos días las hembras han parido sus crías, que suelen dejar escondidas para sólo acerarse a ellas en el momento de amamantarlas. Y es precisamente ahora cuando podemos cometer una terrorífica metedura de pata. La de encontrar por casualidad al pequeño bambi escondido entre la espesura y considerarlo abandonado, ajenos a que no muy lejos está su madre aterrorizada esperando a que pase el peligro, nosotros.
Tras el sorprendente hallazgo, son demasiados los caminantes equivocados que tratan de ayudar al pequeño corcino de la peor manera posible, recogiéndolo y llevándoselo a casa o entregándolo a los servicios de Medio Ambiente. Craso error. No está desatendido, está escondido. Tú no viste a su madre, pero ella sí te vio a ti. Y su cría, siguiendo el instinto de los cérvidos de pocas semanas de vida, se quedó tumbada muy quieta en la hierba, inmóvil, confiando en la seguridad del camuflaje de su mimético pelaje.
En tu casa, incluso en un centro de recuperación, casi seguro morirá a los pocos días. Y aunque sobreviva, no podrá liberarse de nuevo en el campo, siendo además un grave peligro para nosotros mismos cuando, viviendo en cautividad, los machos se hagan adultos.
Para evitar que nuestro amor por los animales nos haga meter la pata, la Asociación del Corzo Español ha puesto en marcha un año más su campaña en defensa de los corcinos.
Tres sencillos consejos nos señalan el correcto comportamiento que debemos tener en el caso de encontrarnos a uno de estos maravillosos animales en el campo:
- No se debe recoger, no está abandonado. Su madre siempre está cerca, observándolo, y le protege.
- No se debe tocar, ya que puede impregnarse de nuestro olor y su madre lo repudiará.
- No debes permanecer en la zona, ya que de nuevo impregnamos el entorno de olor que la madre puede rehusar, y puede atraer a depredadores oportunistas como el zorro.
Los parques naturales privados son el futuro de la biodiversidad | César Javier Palacios
¿Es posible crear una red de espacios naturales protegidos sin contar con la Administración, donde sean los propios propietarios quienes promuevan su conservación y cedan además la gestión de las fincas a ayuntamientos, asociaciones de vecinos e incluso a grupos ecologistas?
Pues no sólo es posible sino que ya existe. Se trata de la red de Custodia del Territorio, un conjunto de estrategias e instrumentos que implican a propietarios y usuarios en la conservación sostenible de los recursos naturales de un lugar, sin renunciar a obtener de ellos un justo rendimiento económico. Usted déjenos la finca que se la cuidamos gratis y hasta se la mejoramos. Un pacto de caballeros a mayor gloria del planeta.
Parece mentira, pero esta original estrategia de protección del patrimonio natural funciona. De hecho, es la mejor herramienta posible para conservar una frágil biodiversidad sustentada en manos privadas. Actualmente el 75% del territorio español es propiedad particular, pero sólo el 24% son espacios protegidos.
La iniciativa lleva más de siglo y medio dando muy buenos resultados por todo el mundo. En nuestro país, como no podía ser de otra manera, el pionero fue Félix Rodríguez de la Fuente, quien en 1975, con el apoyo de WWF/Adena, promovió la creación del Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega (Segovia).
En la actualidad existen unas 350 entidades custodiadoras de un millón de hectáreas de valiosos terrenos, distribuidas en seis comunidades autónomas: Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, Andalucía, Galicia y Madrid. Y su número crece cada año. Aunque estamos aún lejos de Estados Unidos, donde unas 1.600 entidades en activo trabajan sobre doce millones de hectáreas.
Del 26 al 28 de mayo se celebrarán en Asturias las IV Jornadas Estatales de Custodia del Territorio. Los medios de comunicación apenas hablarán de ello, ajenos a la importancia de una herramienta que nos permitirá lograr de modo efectivo y práctico un mundo mejor, más sostenible. Pero es el futuro de la biodiversidad.
Ya no pedimos más espacios protegidos tutelados por la Administración. Ahora pactamos directamente con los propietarios el modo de conservarlos y gestionarlos, sin más trabas administrativas que nuestro propio compromiso. Y el convencimiento de que si no ayudamos pronto al mundo rural tradicional a salir de la crisis con iniciativas como éstas vamos a perder un paisaje, una cultura y una calidad de vida que nos ha costado miles de años conseguir.
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Más información en Plataforma de Custodia del Territorio y Proyecto RuNa.
César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente
Pues no sólo es posible sino que ya existe. Se trata de la red de Custodia del Territorio, un conjunto de estrategias e instrumentos que implican a propietarios y usuarios en la conservación sostenible de los recursos naturales de un lugar, sin renunciar a obtener de ellos un justo rendimiento económico. Usted déjenos la finca que se la cuidamos gratis y hasta se la mejoramos. Un pacto de caballeros a mayor gloria del planeta.
Parece mentira, pero esta original estrategia de protección del patrimonio natural funciona. De hecho, es la mejor herramienta posible para conservar una frágil biodiversidad sustentada en manos privadas. Actualmente el 75% del territorio español es propiedad particular, pero sólo el 24% son espacios protegidos.
La iniciativa lleva más de siglo y medio dando muy buenos resultados por todo el mundo. En nuestro país, como no podía ser de otra manera, el pionero fue Félix Rodríguez de la Fuente, quien en 1975, con el apoyo de WWF/Adena, promovió la creación del Refugio de Rapaces de Montejo de la Vega (Segovia).
En la actualidad existen unas 350 entidades custodiadoras de un millón de hectáreas de valiosos terrenos, distribuidas en seis comunidades autónomas: Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares, Andalucía, Galicia y Madrid. Y su número crece cada año. Aunque estamos aún lejos de Estados Unidos, donde unas 1.600 entidades en activo trabajan sobre doce millones de hectáreas.
Del 26 al 28 de mayo se celebrarán en Asturias las IV Jornadas Estatales de Custodia del Territorio. Los medios de comunicación apenas hablarán de ello, ajenos a la importancia de una herramienta que nos permitirá lograr de modo efectivo y práctico un mundo mejor, más sostenible. Pero es el futuro de la biodiversidad.
Ya no pedimos más espacios protegidos tutelados por la Administración. Ahora pactamos directamente con los propietarios el modo de conservarlos y gestionarlos, sin más trabas administrativas que nuestro propio compromiso. Y el convencimiento de que si no ayudamos pronto al mundo rural tradicional a salir de la crisis con iniciativas como éstas vamos a perder un paisaje, una cultura y una calidad de vida que nos ha costado miles de años conseguir.
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Más información en Plataforma de Custodia del Territorio y Proyecto RuNa.
César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente
Los burros se extinguen | César-Javier Palacios

El dato más preocupante sobre esta especie es que no existen datos oficiales. Los últimos censos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se remontan a 1999. Ese año tan sólo quedaban 55.000 burros en todo el territorio nacional. Son pocos, muy pocos; y menos aún los genética y culturalmente más importantes, los últimos representantes de razas únicas como la recia zamorana-leonesa, la andaluza, la catalana, la gallega fariñeira, la vasca de Las Encartaciones o la majorera de Fuerteventura.
El avasallador éxodo rural se está llevando todo por delante. Los hombres y mujeres del campo, cada vez más ancianos, cada vez más olvidados, acaban cerrando sus casas en el pueblo y terminan sus días en un impersonal apartamento urbano o en el anodino ambiente de una residencia para personas mayores. No pueden atender ya a esos animales que tanto les ayudaron. Los descuidan, los olvidan, los abandonan.

Sí, es verdad, los burros se han convertido en mascotas, y aunque sea como un mal menor debemos alegrarnos por ello. Después de miles de años de trabajar duro también se merecen un descanso. Al final Juan Ramón Jiménez estaba en lo cierto. Nuestros burros son duros y blandos al mismo tiempo. Como Platero tienen acero. “Acero y plata de luna, al mismo tiempo”.
César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente
Los mayos | Guadalupe Fernández de la Cuesta
El mes de mayo enciende el fuego de las pasiones amorosas como la lumbre calienta los inviernos: la piel se estremece y una complaciente voluptuosidad invade los rincones del alma. Es el tiempo del estallido de un lenguaje sensorial en viaje de ida y vuelta con la naturaleza. Nada escapa a la percepción de los sentidos en una borrachera de sensaciones placenteras: solanas tapizadas de un verde inédito y lozano; árboles que mecen tímidos las hojas nuevas; el rumor de agua en ríos abultados y gozosos; aromas de humedales en la sierra; atardeceres de un sol rojizo y deshilachado que muerde el horizonte; el sonido de los cencerros de las vacas; el canto del “pecu”…
Mis pasos remisos se detienen en el pinar. Es el escenario donde me reencuentro, cada vez y siempre, con todo el bagaje de mis emociones. Por entre los troncos enhiestos y altivos de los pinos leo la historia de mis ancestros y su savia es la tinta de mi escritura. Atrae mis sentidos su majestuosa verticalidad y el remate de sus copas que borda en el cielo delicados encajes de un verde tenaz y persistente. El sol dibuja sus sombras alargadas en espacios abiertos donde hallamos el cobijo para nuestras meriendas y el sosiego para el espíritu. En las zonas umbrosas donde se asientan algunas hayas se tamiza una luz de catedral. El silencio se hace espeso y una bendita quietud envuelve el alma.
Esta magia del pinar lleva aparejada una historia atávica cuyo origen habría que buscarlo probablemente en los fenicios y griegos que exaltaban a la divinidad primaveral con sus rituales en la naturaleza. Esta tradición fue asimilada por los celtas que celebraban el inicio del verano pastoril cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos estivales. Después los romanos enredaron otro culto a la diosa Maya, diosa de la fertilidad, que hacían coincidir con el estallido de la primavera. Los siglos se constriñen a un ayer próximo. Somos fenicios, griegos, celtas, romanos… que han pingado “el mayo” este sábado, inicio del mes, en honor a nuestras deidades serranas de Burgos y Soria.
Uno de estos benditos pinos, el más esbelto y gallardo, el más escultural, ha sido la ofrenda de los mozos a la tradición. Una procesión bulliciosa recorre el pinar y se hace eco en el pueblo donde se ha de entronizar a ese “mayo” de la fama y la memoria. La “pingada del mayo” requiere mucho ingenio y un sinnúmero de habilidades para lograr la verticalidad del pino. Los expertos conminan a unos mozos atrevidos y audaces a seguir las pautas adecuadas para alcanzar el éxito. Por fin, altivo y señorial, “el mayo” yergue su cabeza por encima de los tejados de las casas. Aplausos emocionados. “Vitorea al mayo, hacia la puerta y calle de don Fernando. Vitorea aprisa, hacia la puerta y calle de doña Elisa”. Es la letra del baile del villano que unas niñas vestidas de mayas interpretaban en Neila cuando los pastores trashumantes regresaban a sus hogares tras una ausencia de ocho meses. Las ovejas espaciaban el paso y un rebaño holgado recorría su camino hacia los puertos de la sierra. No olvidamos. Son testigos de nuestra memoria, “el mayo” y las ruinas de unos chozos en la sierra. Tiembla la tarde y huyen las sombras rotas de los pinos. Hasta el próximo año.
Guadalupe Fernández de la Cuesta
Neila (Burgos)
Mis pasos remisos se detienen en el pinar. Es el escenario donde me reencuentro, cada vez y siempre, con todo el bagaje de mis emociones. Por entre los troncos enhiestos y altivos de los pinos leo la historia de mis ancestros y su savia es la tinta de mi escritura. Atrae mis sentidos su majestuosa verticalidad y el remate de sus copas que borda en el cielo delicados encajes de un verde tenaz y persistente. El sol dibuja sus sombras alargadas en espacios abiertos donde hallamos el cobijo para nuestras meriendas y el sosiego para el espíritu. En las zonas umbrosas donde se asientan algunas hayas se tamiza una luz de catedral. El silencio se hace espeso y una bendita quietud envuelve el alma.
Esta magia del pinar lleva aparejada una historia atávica cuyo origen habría que buscarlo probablemente en los fenicios y griegos que exaltaban a la divinidad primaveral con sus rituales en la naturaleza. Esta tradición fue asimilada por los celtas que celebraban el inicio del verano pastoril cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos estivales. Después los romanos enredaron otro culto a la diosa Maya, diosa de la fertilidad, que hacían coincidir con el estallido de la primavera. Los siglos se constriñen a un ayer próximo. Somos fenicios, griegos, celtas, romanos… que han pingado “el mayo” este sábado, inicio del mes, en honor a nuestras deidades serranas de Burgos y Soria.
Uno de estos benditos pinos, el más esbelto y gallardo, el más escultural, ha sido la ofrenda de los mozos a la tradición. Una procesión bulliciosa recorre el pinar y se hace eco en el pueblo donde se ha de entronizar a ese “mayo” de la fama y la memoria. La “pingada del mayo” requiere mucho ingenio y un sinnúmero de habilidades para lograr la verticalidad del pino. Los expertos conminan a unos mozos atrevidos y audaces a seguir las pautas adecuadas para alcanzar el éxito. Por fin, altivo y señorial, “el mayo” yergue su cabeza por encima de los tejados de las casas. Aplausos emocionados. “Vitorea al mayo, hacia la puerta y calle de don Fernando. Vitorea aprisa, hacia la puerta y calle de doña Elisa”. Es la letra del baile del villano que unas niñas vestidas de mayas interpretaban en Neila cuando los pastores trashumantes regresaban a sus hogares tras una ausencia de ocho meses. Las ovejas espaciaban el paso y un rebaño holgado recorría su camino hacia los puertos de la sierra. No olvidamos. Son testigos de nuestra memoria, “el mayo” y las ruinas de unos chozos en la sierra. Tiembla la tarde y huyen las sombras rotas de los pinos. Hasta el próximo año.
Guadalupe Fernández de la Cuesta
Neila (Burgos)
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