Los burros se extinguen | César-Javier Palacios

Llevan 7.000 años con nosotros, trabajando para nosotros, pero ya no nos sirven. Los burros, esos parientes africanos de los caballos, están en grave peligro de extinción en España. Era de esperar. Cuando llegó la mecanización del campo se volvieron inútiles, nunca podrán superar a un potente tractor, pensaron los agricultores. Y ahora que también los agricultores están en peligro de extinción, sus olvidados compañeros de labor han quedado aún más arrinconados.

El dato más preocupante sobre esta especie es que no existen datos oficiales. Los últimos censos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se remontan a 1999. Ese año tan sólo quedaban 55.000 burros en todo el territorio nacional. Son pocos, muy pocos; y menos aún los genética y culturalmente más importantes, los últimos representantes de razas únicas como la recia zamorana-leonesa, la andaluza, la catalana, la gallega fariñeira, la vasca de Las Encartaciones o la majorera de Fuerteventura.

El avasallador éxodo rural se está llevando todo por delante. Los hombres y mujeres del campo, cada vez más ancianos, cada vez más olvidados, acaban cerrando sus casas en el pueblo y terminan sus días en un impersonal apartamento urbano o en el anodino ambiente de una residencia para personas mayores. No pueden atender ya a esos animales que tanto les ayudaron. Los descuidan, los olvidan, los abandonan.

Por suerte, un puñado de entusiastas siguen aferrados en la defensa de nuestros últimos borricos. Rescatan animales olvidados, incluso maltratados. Desarrollan proyectos de mejora genética. Promueven programas de apadrinamiento, de búsqueda de familias interesadas en adoptar uno de estos nobles animales. También programas de reforzamiento del turismo rural gracias a su recuperación para el tiro o la equitación. Incluso algunos cuentan con centros y unidades móviles de Asnoterapia que prestan sus servicios a cientos de niños con necesidades especiales.


Sí, es verdad, los burros se han convertido en mascotas, y aunque sea como un mal menor debemos alegrarnos por ello. Después de miles de años de trabajar duro también se merecen un descanso. Al final Juan Ramón Jiménez estaba en lo cierto. Nuestros burros son duros y blandos al mismo tiempo. Como Platero tienen acero. “Acero y plata de luna, al mismo tiempo”.

 
César-Javier Palacios
Fundación Félix Rodríguez de la Fuente

4 comentarios:

Jesús Dorda dijo...

Es difícil mantener una raza animal si la función para la que fue desarrollada por selección deja de existir, pero es verdad que hay que hacer un esfuerzo por mantenerlas ya que ellas también son Biodiversidad y parte de nuestra cultura.
Lo mismo puede decirse del resto de ganaderías y de los perros de trabajo.

Anónimo dijo...

Qq malo ii lo0 peor esQq casii nadiie sabe:(

Anónimo dijo...

no entendi nada de nad

Anónimo dijo...

:/

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