Ahogados por los malos humos | César-Javier Palacios


 Los datos aportados por el último informe sobre contaminación atmosférica de Ecologistas en Acción son espeluznantes. Si se tienen en cuenta los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 36,9 millones de españoles respiramos habitualmente aire contaminado, es decir, un 79% de la población, 4 de cada 5 ciudadanos. Y no piensen en humeantes fábricas degradando los entornos más industrializados. La principal fuente de contaminación se produce en las áreas urbanas y está provocada por el tráfico. Esos coches y esos atascos tan cotidianos e insanos.
Tampoco hay que exagerar, dirá alguno. Nadie se muere por respirar aire polucionado, lo más normal en una ciudad. Pues se equivoca. El Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM) cifra en 16.000 el número de muertes prematuras anuales achacables en el Estado español a la contaminación atmosférica. Mientras, la Comisión Europea calcula que cada año fallecen 400.000 personas en la Unión Europea por esta misma causa. ¿Es o no es un asunto como para preocuparse?
Lo peor es que, si quisiéramos, el aire de nuestras urbes podría ser limpio y sano. Tan sólo sería necesario disminuir la intensidad del tráfico motorizado, promoviendo el transporte público y el uso de medios alternativos no contaminantes. Ahora parece que la panacea es el coche eléctrico, olvidándose los políticos de la bicicleta, el transporte terrestre más sano y barato. Aunque peligroso. Hoy resulta imposible moverse en bicicleta por unas ciudades desparramadas donde la gente vive a decenas de kilómetros de su lugar de trabajo; también porque los conductores no saben comportarse ante un ciclista y te juegas la vida en la carretera cada vez que optas por las dos ruedas.
El teletrabajo, gracias al uso de las nuevas tecnologías, permitirá a una parte de la población trabajar desde casa. Sin tanto estrés, tiempo perdido en desplazamientos y consumo de combustible, la vida será mejor y la contaminación menor. Pero ¿qué pasará con el resto de la población activa? Deberán seguir aferrados al coche y los demás a sus malos humos. Porque la triste verdad es que hemos diseñado mal las ciudades y pagamos y pagaremos caro ese error durante décadas.

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