Los bosques se mueren sin nosotros | César-Javier Palacios

Hay noticias que parecen contradictorias. Hace unos meses os explicaba aquí mismo que los bosques se comen el campo. Que España es, junto con China, el país del mundo en donde más ha crecido la masa forestal en la última década, a un ritmo del 2% anual, en su mayor parte a costa de ocupar antiguas tierras de cultivo ahora abandonadas. Y ahora os vengo con algo aparentemente chocante. Un reciente estudio demuestra que el abandono de las prácticas selvícolas tradicionales está poniendo en peligro esos mismos bosques. ¿Incoherencia argumental? En absoluto. Todo apunta a la misma dirección: la biodiversidad necesita de los sabios manejos desarrollados por el hombre en los últimos milenios para no retroceder.
Analicemos esta segunda noticia. Investigadores de las universidades de Jaén y Pablo de Olavide, junto al Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC, han comprobado que el cambio climático y el sistema actual de protección forestal hacen más vulnerable al bosque mediterráneo cuando éste se enfrenta a periodos de sequía o plagas. En concreto, el trabajo, publicado en la revista Global Ecology and Biogeography, apunta al aumento de la temperatura y la actual gestión de los espacios protegidos como el origen del debilitamiento de las poblaciones de andaluzas de pinsapo (Abies pinsapo). Juan Carlos Linares, uno de los investigadores del estudio, explica así el problema:
“Hasta hace algunos años había un cierto manejo del monte por parte de la población local. Los habitantes de la zona extraían leña, introducían ganado, etc., de forma que se abrían claros, se cortaban árboles, algunos eran jóvenes y otros viejos. De esta forma se favorecía la diversidad de tamaños y de habilidades competitivas. Al eliminarse el factor humano, los bosques de pinsapo han disminuido su crecimiento y, con él, sus “defensas”. Producen cada año lo justo para mantenerse y dejan poca energía libre para generar hormonas o sustancias de protección frente a patógenos o plagas”.
Dicho con otras palabras: los bosques nos necesitan. Les hemos acostumbrado, para bien o para mal, a nuestros manejos, y ahora encajan con dificultad el repentino abandono impuesto por los nuevos tiempos. Sí, es verdad, esto se da en bosques relictos sumamente frágiles como los pinsapares, pero precisamente por ello son estos bosques, auténticos puntos calientes de biodiversidad, los que atesoran una mayor y más amenazada riqueza natural. Seguramente también los primeros en exteriorizar el problema.
Ganados y ganaderos, tan injustamente denostados por su supuesto negativo impacto ambiental, fueron expulsados del bosque o se fueron de él en cuanto esa actividad dejó de ser rentable. Hace muy pocas décadas de esa desaparición y ya los estamos echando de menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que fue la BBC, y es que se hizo un estudio sobre el impacto de las prácticas forestales humanas en el bosque. La conclusión a la que se llegó, y que por otro lado parece la más obvia, es que evoluciona mejor un bosque sin la presencia humana. De forma que, el propio ecosistema se encarga de evolucionar, regenerar y, en definitiva vivir, aparte de la intervención del ser humano. Si el bosque se abre camino, hagamos la vista gorda que buena falta hace. En la meseta castellana hay terreno que estaría mejor aprovechado como bosque que como tierra de labor. Como tierra de labor lo único que supone es un gasto a la administración y a las arcas públicas. Mantenemos, en muchos casos, una masa agraria que no es autogestionable y no es productiva, víctima de nefastas políticas basadas en subvenciones. Es tiempo de pensar que el bosque da dinero, y además da salud.

César-Javier Palacios dijo...

Tienes razón, pero tampoco podemos pensar que el bosque evoluciona mejor sin nosotros. Un bosque natural sí, pero después de milenios de usos, cuando los bosques europeos se abandonan a su suerte se desequilibran y tardan mucho en recuperarse.

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